La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 75
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Capítulo 75:
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Ella y Jordy echaron un vistazo a los perfiles de los jinetes y reconocieron varios nombres y caballos. Uno en particular emocionó a Isabella: Alex Espinoza, de Orwall. Alex había dominado el circuito ecuestre durante los últimos dos años sin una sola derrota.
«¡Jordy, voy a apostar por Alex!», declaró Isabella, sacando su tarjeta bancaria. Pero justo cuando estaba a punto de hacer su apuesta, se fijó en el nombre de Brenna en la lista. A diferencia de los demás, cuyos perfiles estaban llenos de logros pasados, el de Brenna estaba completamente en blanco.
Para sorpresa de Isabella, alguien había apostado por Brenna.
Se echó a reír. «¡Oh, esto es divertidísimo! Alguien ha tirado el dinero apostando por Brenna», dijo.
Jordy se burló: «Esa persona debe de haber perdido la cabeza».
Aún riéndose, Isabella se acercó a Brenna y le señaló la pantalla de apuestas con diversión. «Brenna, me muero por saber quién es el idiota que ha apostado por ti. Espera… No me digas que has sido tú».
Brenna respondió sin dudarlo: «Sí, fui yo. ¿Y qué? ¿Cómo puedes estar tan segura de que no voy a ganar?».
Isabella puso los ojos en blanco. «Si ganas, retransmitiré en directo cómo me como el sombrero», dijo.
Brenna se limitó a mirarla, sin impresionarse. «Más vale que empieces a prepararte para la retransmisión. Me aseguraré de verlo», respondió.
Una vez terminada la conversación, Brenna hizo una señal a un miembro del personal para que la acompañara a los establos a elegir un caballo.
Mientras tanto, el miembro del personal se volvió hacia Isabella. «¿Quiere hacer su apuesta ahora?».
Sin dudarlo, Isabella le entregó su tarjeta. «Apueste por Alex: veinte mil por apuesta, cien apuestas». Si Alex ganaba, se llevaría veinte millones.
Jordy siguió su ejemplo y apostó quinientas apuestas por Alex.
Los dos se dirigieron juntos a los establos.
Mientras tanto, en el tercer piso, Ethan vigilaba atentamente el mercado de valores. Tenía cientos de empresas y, últimamente, alguien había estado comprando agresivamente las acciones del Grupo Mitchell. Sin estar seguro de sus intenciones, se mantuvo alerta, preparado para intervenir al primer indicio de problema.
De pie junto a Ethan, Neville le entregó una taza de café antes de coger la tableta que había junto a él. —Señor Mitchell, he visto que la señorita Harper también compite. ¿Deberíamos apostar por ella? —preguntó.
Ethan asintió con la cabeza. —Diez mil apuestas.
Neville dudó, visiblemente sorprendido. —Es su primera competición. ¿No le preocupa perder la apuesta? Diez mil significa arriesgar doscientos millones.
—Creo en ella —respondió Ethan, mirando hacia fuera y viendo que la primera carrera ya había comenzado. La multitud estalló en vítores mientras hacían sus apuestas, y su emoción crecía por momentos.
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