La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 733
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Capítulo 733:
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—¿Has sido tú? —preguntó Emmett con voz autoritaria.
Ethan ni siquiera pestañeó. Hacía tiempo que se había acostumbrado a la rígida autoridad de su padre y a su forma de hablar como si estuviera por encima de todos los demás. Mientras tanto, Elsa hervía a su lado, con la ira prácticamente irradiando de sus ojos. Si Emmett no hubiera intervenido, ya habría golpeado a Ethan.
—Sí —respondió Ethan con voz tranquila, sin inmutarse ante el aura dominante de Emmett.
—Retira tu informe. Diles que no es cierto —ordenó Emmett, con tono seco y claro.
Ethan no se inmutó. —No. Acusar falsamente a un soldado sería un delito. Además, el informe incluye todo: hechos sólidos y pruebas de primera mano. No es una acusación falsa.
La voz de Emmett se tornó reprochable. —Vas a destruirlo.
Ethan mantuvo la compostura, con una expresión indescifrable. —Él cruzó la línea al interferir primero en mi vida. Solo estoy haciendo lo que tengo que hacer para detenerlo.
Elsa no pudo contenerse más. Gritó con voz llena de furia: —¿Cómo puedes decir eso? Eso no fue culpa suya. Yo le dije que hiciera esas cosas. La culpa es mía.
Ethan giró lentamente la cabeza y le lanzó una mirada indiferente. —No es un niño indefenso. Es un hombre adulto. Si no es capaz de pensar por sí mismo y solo hace lo que tú le dices, es culpa suya. Un hombre que no es capaz de tomar sus propias decisiones no merece ser soldado.
—¡Repite eso, te reto! —explotó Kenny, poniéndose de pie de un salto. Señaló a Ethan con el dedo desde el otro lado de la amplia mesa de café, con la ira ardiendo en su interior.
Ethan ni siquiera pestañeó. —Con mucho gusto. Un hombre como tú, que obedece ciegamente a su madre, no es apto para ser soldado. En el momento en que decidiste entrometerte en mi vida porque mamá te lo dijo, sellaste tu destino. Tú te lo has buscado.
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—¡Es tu hermano! —rugió Elsa, con la voz quebrada por la rabia. Todo su cuerpo temblaba mientras miraba a Ethan con odio.
Emmett frunció el ceño ante el arrebato, pero no hizo nada para detenerla.
—¿Vas a retirar lo que has dicho o no? —le preguntó a Ethan por última vez.
—No —respondió Ethan con rotundidad.
Emmett se reclinó en su asiento. «Está bien. Entonces hagamos un trato».
Después de que Ethan dio el salto y montó su propio negocio, la distancia entre él y Emmett aumentó. Seguían sentándose juntos en las cenas familiares, pero las conversaciones nunca iban más allá de los saludos de cortesía. Aunque Emmett había aceptado a regañadientes la decisión de Ethan de abandonar la carrera militar, seguía descontento.
Su vida ideal giraba en torno al servicio, el deber y la lealtad al país, valores que esperaba transmitir. Pero Ethan nunca había mostrado ningún interés en ese tipo de vida.
Aun así, Emmett había ayudado discretamente a Ethan con su negocio. Había utilizado sus contactos para dirigir inversiones y contratos hacia Ethan, aunque nunca dijo una palabra al respecto.
Ethan lo sabía desde el principio. En los primeros días de la creación de su empresa, todo había encajado con sorprendente facilidad. Intrigado, había acudido a su abuelo en busca de consejo. Este le había ayudado en lo que había podido y le había dicho que su padre le había estado ayudando en secreto.
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