La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 701
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Capítulo 701:
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—Ya está todo listo. Ya puedes tumbarte —dijo Brenna, dando un paso atrás. Su voz era más suave de lo habitual, cálida y cariñosa.
Ethan saboreó el momento. Obedeció, se tumbó en la cama y enganchó el gotero al soporte.
Brenna se sentó a su lado e inspeccionó la quemadura de su brazo. Era superficial; con los cuidados adecuados, probablemente no quedaría cicatriz. Sus conocimientos médicos le daban confianza en el pronóstico.
—¿Tienes hambre? —preguntó, mirando el reloj. Ya eran más de las dos de la tarde y le rugía el estómago. Seguro que Ethan debía de estar hambriento.
—Sí, tráeme algo de comer —respondió Ethan. Había pensado enviar a Neville, pero este ya estaba ocupado.
—¿Qué te apetece comer? —preguntó Brenna.
—Cualquier cosa que haya cerca está bien. No soy exigente —dijo Ethan, cogiendo su teléfono. Estaba lleno de llamadas perdidas y alertas de noticias sobre el ataque.
Brenna cogió su bolso y estaba a punto de salir cuando la puerta se abrió de golpe. Elsa irrumpió en la habitación, con el pánico reflejado en su rostro, seguida de cerca por Minna.
Sin saludar a Brenna, Elsa corrió hacia la cama de Ethan y lo examinó frenéticamente. —¿Cómo ha podido pasar esto?
Era fin de semana y Elsa, libre de sus obligaciones docentes en la Universidad de Shirie, había ido a casa de Belen. Se había llevado a Minna con ella, porque quería que Belen la conociera.
Estaban horneando galletas cuando Minna vio en su teléfono la noticia del ataque a Ethan. Elsa había intentado llamarlo, pero estaba en urgencias y no contestaba.
Aterrorizada por pensar que podía estar gravemente herido, Elsa se apresuró a ir al hospital, imaginándose lo peor.
Al ver que solo era una herida en el brazo, Elsa exhaló aliviada, aunque se le llenaron los ojos de lágrimas al examinar sus heridas.
Minna, ignorando a Brenna, se quedó junto a Elsa, con el rostro marcado por la preocupación mientras observaba la herida de Ethan.
«¿Estás bien? ¿Te duele mucho?», le preguntó con delicadeza, con voz llena de cariño.
Brenna, que se había quedado junto a la puerta, se dio cuenta de que ya no era necesaria allí; el almuerzo ya no era responsabilidad suya.
No tenía ganas de discutir con Elsa, sobre todo con Ethan herido. Lo último que quería era causarle más estrés.
Se acercó a Ethan y le dijo: —Me voy. Deja que tu madre y la señorita Davies se encarguen del almuerzo.
El rostro de Ethan se ensombreció al ver a Minna, claramente irritado porque Elsa la había traído allí. Agarró la mano de Brenna y dijo: —No, Brenna. Me duele, necesito que te quedes y me cuides.
Elsa estalló: —¿Qué tiene ella de especial? ¡No lo entiendo! No me muestra ningún respeto. ¿Cómo puedes casarte con alguien así? ¡Dile que se vaya!
—¡Ah! —gimió Ethan dramáticamente, agarrándose el brazo—. Mamá, estoy muy mal. ¿No puedes dejarme hacer lo que quiero por una vez?
Elsa estaba en conflicto. Odiaba ver sufrir a Ethan, pero resentía la presencia de Brenna, sintiéndose constantemente desafiada y humillada por ella.
Sin embargo, con Ethan herido, sabía que discutir con él no era prudente.
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