La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 659
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Capítulo 659:
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Al salir del coche, Elsa se agarró el bolso y fijó la mirada en las imponentes puertas de entrada del Mitchell Group. Desde algún lugar dentro de su bolso, un tono de llamada amortiguado cobró vida. Con cada paso que daba hacia el edificio, sus pensamientos se enredaban en torno a una misión central: darle una lección a Brenna. La echaría del edificio. No la quería cerca de su hijo.
Varias tácticas pasaron por su mente, pero ninguna le parecía adecuada todavía. No tenía intención de montar un escándalo. Ese no era su estilo. Solo quería que su desprecio hacia Brenna quedara claro, tajante y público. Planeaba despojar a Brenna de su dignidad delante de todos los empleados del Grupo Mitchell.
No solo quería que Brenna se fuera. Quería que Brenna se sintiera tan humillada que dejara a Ethan por su propia voluntad. Una vez la habían ridiculizado delante de la familia Russell por culpa de Brenna, y esa herida aún no había cicatrizado. Ahora era el turno de Brenna de sentir ese mismo dolor. Pero eso no era todo. También tenía la intención de destruir la reputación de Brenna en la industria.
Metió la mano en el bolso, sacó el teléfono que estaba sonando y se detuvo para contestar. —¿Mamá?
La voz temblorosa de Belén se oyó entre interferencias: —Ay, Dios mío… No me encuentro bien. Tu hermano no está en casa. ¿Podrías venir ahora?
Una oleada de pánico se apoderó de Elsa. —Mamá, ¿qué pasa? ¿Estás bien? ¿Necesito llamar a una ambulancia?».
A sus ochenta y siete años, Belén gozaba de una salud envidiable, pero la edad tenía sus riesgos. Elsa seguía preocupada por ella. «No te asustes. Voy a pedir ayuda», dijo, cada vez más inquieta.
Belén sabía actuar mejor que la mayoría de los actores. Su voz se suavizó, con el toque justo de fragilidad. —Solo estoy mareada. Y me hormiguean los dedos. Quizá sea la tensión arterial, que se me está subiendo otra vez. Ven aquí.
La sede del Grupo Mitchell se alzaba justo delante, con sus paneles de cristal brillando al sol. Elsa se quedó mirando el edificio, con los dedos temblando por las ganas de entrar como una loca. Pero entonces pensó en Belén. Si le pasaba algo a su madre mientras ella estaba ocupada enfrentándose a Brenna, se arrepentiría toda la vida.
Después de pensarlo un rato, tomó una decisión. Dio media vuelta, se puso al volante y se dirigió a la casa de Belén.
Siempre habría otra oportunidad para darle una lección a Brenna, y ahora tenía que asegurarse de que su madre estuviera bien.
En su escritorio, Brenna no apartaba la vista del gráfico bursátil del Grupo Harper. Las cifras se habían recuperado de forma constante durante los últimos días, incluso superando ligeramente los niveles anteriores a la crisis. Aun así, no era suficiente para tranquilizarla. Spencer había invertido demasiado capital como para conformarse con ganancias moderadas. Para que los beneficios estuvieran a la altura de su apuesta, el precio tenía que subir al menos un diez por ciento más.
Brenna estaba sopesando sus próximos pasos cuando unos golpes en la puerta la sacaron de su concentración. Joe entró primero, llevando dos bolsas grandes. Tommy y Greta le seguían de cerca, también con bolsas en las manos.
Una chispa de emoción cruzó el rostro de Joe. Acababa de recorrer el nuevo espacio de trabajo, que, en comparación con el antiguo, parecía otro mundo. Estar rodeado de interiores pulidos y equipos de alta gama le emocionaba. Además, ahora tenía su propio despacho. Dejó las bolsas sobre la mesa. —Brenna, he comprado todos los pasteles que querías.
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