La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 585
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Capítulo 585:
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Pero Ethan permaneció en silencio, apretando los dientes y negándose a suplicar. Ni una palabra salió de sus labios.
Rosie temblaba de rabia. ¿Cómo podía elegir soportar ese dolor en lugar de pedirle ayuda? Sus emociones se retorcían en su interior, dividida entre querer que los guardias lo castigaran más y desear que por fin pararan.
Finalmente, cuando Ethan yacía maltrecho y magullado, incapaz de moverse, Edward levantó la mano, indicando a los guardias que se detuvieran.
Rosie, agarrándose la herida sangrante, lanzó una mirada venenosa a Brenna. Una vez que Edward terminó su interrogatorio, juró en silencio acabar con la vida de Brenna con sus propias manos.
Con pura determinación, Ethan se levantó del suelo y Brenna se puso de pie a su lado, con movimientos fluidos y controlados.
Ethan descartó a Rosie de su mente: una molestia insignificante, irrelevante para el peligro real. Sabía que la situación había ido mucho más allá de las capacidades de ella. Rosie simplemente no tenía la influencia necesaria para orquestar un plan tan elaborado, y menos aún en Plieca.
—Edward, ¿qué es lo que realmente quieres? —preguntó Ethan, con voz firme a pesar del dolor que le recorría el cuerpo. Sabía que, si Edward tuviera intención de matarlo, ya no estaría respirando.
—Quiero proponerte un trato —respondió Edward con calma, mientras el golpeteo rítmico de su bastón metálico resonaba en la habitación.
Unos instantes después, entraron con una bandeja médica de acero inoxidable. Sobre ella había un pequeño frasco de cristal lleno de un líquido transparente, junto a una jeringuilla reluciente.
Un guardia vestido de negro se adelantó, agarró a Brenna por el pelo y la empujó hacia la bandeja.
A Ethan se le encogió el corazón. Solo podía imaginar lo que había en ese frasco. Su voz se volvió fría y cortante. —Suéltala. Si piensas usarla para amenazarme, no voy a seguirte el juego.
Edward permaneció impasible, con una expresión indescifrable. Con un movimiento de los dedos, indicó que continuaran con el procedimiento.
—Esto no es una negociación —dijo con tono seco.
Fuera, tras la ventana acristalada, dos guardaespaldas vestidos de negro montaban guardia, separados dos metros entre sí, con las armas preparadas. En el lado opuesto de la nave había más hombres armados, un detalle que no pasó desapercibido ni a Brenna ni a Ethan. Dentro de la cabina, otros cuatro guardias empuñaban sus armas, alertas y listos para actuar.
Brenna y Ethan sabían que, incluso con una destreza excepcional, aunque pudieran neutralizar a los cuatro guardias en un instante, Edward seguiría siendo la amenaza más inmediata y peligrosa.
Su brazo derecho no era un miembro cualquiera. Era una maravilla de la ingeniería, un brazo mecánico que la propia Brenna había diseñado. Increíblemente flexible y peligrosamente armado, ocultaba dardos envenenados y un arma de fuego incorporada. Un simple toque podía activar el lanzamiento de los dardos o disparar el arma automáticamente.
Y el bastón metálico que Edward llevaba en la mano no era solo para adornar. Forjado con una aleación casi irrompible y también fabricado por Brenna, el bastón albergaba una hoja oculta. Con una ligera presión en la parte superior, un filo afilado como una navaja brotaba de la parte inferior, capaz de cortar el acero. No era tan eficaz como un arma de fuego, pero no por ello menos letal.
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