La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 583
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Capítulo 583:
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Ethan, hirviendo de ira, se volvió hacia Edward.
—Deberías venir a por mí, no a por Brenna. Yo organicé la muerte de Jade. Déjala ir; esto no tiene nada que ver con ella.
El rostro de Edward permaneció inexpresivo, sin mostrar ningún rastro de dolor. Aunque Jade era su hija, para él no era más que una entre muchas, y su muerte era insignificante.
Sin embargo, su fracaso había mancillado su reputación. Ella lo había representado en las negociaciones con Ethan y Brenna, solo para ser derrotada y asesinada por ellos. Esa humillación era intolerable.
—Lleváoslos —ordenó Edward mientras se levantaba lentamente, preparándose para marcharse.
Los hombres de negro levantaron sus rifles y dispararon al aire, provocando el pánico entre la multitud, que comenzó a gritar.
Afortunadamente, estos hombres, duros pero calculadores, solo pretendían intimidar. Asesinar a alguien en público atraería la atención de las autoridades y de las facciones rivales.
Ethan y Brenna fueron empujados con rudeza a un vehículo que los esperaba. En cuanto entraron, ambos quedaron inconscientes.
Cuando finalmente despertaron, las capuchas aún cubrían sus cabezas y un silencio inquietante los envolvía. Podían sentir un suave pero claro balanceo.
El instinto de Ethan se activó. Probablemente estaban a bordo de un barco.
—¡Brenna, Brenna! —gritó, moviendo suavemente la pierna para localizarla.
Brenna se movió y hizo una mueca de dolor al sentir un agudo pinchazo en el cuello.
—Estoy aquí. Estoy bien —dijo en voz baja.
El suave susurro de las olas acariciando el casco del barco resonaba en los oídos de Brenna, un melodioso recordatorio de que efectivamente se encontraba a bordo de una embarcación. Se concentró en la quietud, muy consciente del silencio que la rodeaba. ¿Estaba realmente sola allí?
Sus dedos rozaron el brazalete que llevaba en la muñeca, una creación personalizada que había diseñado para casos de emergencia. La mitad era un delgado tubo de metal que ocultaba ingeniosamente una aguja de acero de ocho centímetros. La otra mitad formaba una cadena, diseñada artísticamente para desplegarse en un alambre afilado con un suave tirón.
Era su salvavidas, un arma oculta para momentos como este. Con la determinación creciendo en su interior, se preparó para usar la aguja para abrir las esposas. En ese momento, se oyeron pasos que se acercaban. Se quedó inmóvil al instante, deteniendo todo movimiento para evitar ser detectada.
En un instante, le arrancaron la capucha negra de la cabeza. La luz del sol se filtró a través de una alta ventana de cristal, obligándola a entrecerrar los ojos hasta que estos se acostumbraron gradualmente al brillo.
Edward estaba sentado tranquilamente en un sofá, con la luz proyectando su rostro en sombras. Observaba en silencio a Brenna y Ethan con una mirada fría e indescifrable.
Junto a él había una joven de figura llamativa. Brenna levantó la vista y su corazón dio un vuelco al reconocerla.
Rosie.
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