La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 532
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Capítulo 532:
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El líder se volvió hacia sus hombres. Tras un breve intercambio, dio un paso adelante y gritó: «Está bien. Bajen».
Dos rehenes eran mejor que uno. Y Ethan podría ser su billete dorado hacia la libertad.
En cuanto aterrizaron, Brenna y Ethan quedaron rodeados. Un círculo de mercenarios se cerró a su alrededor, con los rifles apuntando directamente a sus cabezas.
El líder dio un paso adelante, levantó un megáfono y gritó al helicóptero: «¡Soltad el dinero y largaos de aquí!».
Su voz rezumaba arrogancia. Luego se rió y miró a Brenna de arriba abajo delante de Ethan. «Esta es una auténtica belleza. ¡Me ha tocado el gordo!».
Varios hombres de brazos musculosos se acercaron a Brenna. Era evidente que no la consideraban una amenaza, ni a ella ni a Ethan. Uno de ellos incluso extendió la mano hacia la cara de Brenna.
Antes de que pudiera tocarla, se oyó un crujido seco.
Ethan le había agarrado la muñeca y se la había roto.
El rugido del helicóptero ahogó el grito del hombre.
Por encima de ellos, la aeronave sobrevolaba a baja altura sobre la reluciente cubierta del yate. Se oyó un solo disparo. El mercenario que había intentado agarrar a Brenna cayó al suelo con una bala en el cráneo.
—No se detectan signos de vida dentro de la mochila —informó el militar a través del auricular de Brenna.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Brenna y sintió como si le hubieran partido el corazón. ¿De verdad había muerto Patrick?
Se quedó mirando la mochila negra, con la mente dando vueltas. Imaginó sus últimos momentos y sintió cómo la invadía la furia. Todo su ser ansiaba venganza.
«¿Dónde está?», preguntó con voz baja y entrecortada por la emoción. Apretó los puños hasta que se le pusieron blancos los nudillos. «Quiero ver a Patrick».
Si esa gente lo había matado, se aseguraría de que se ahogaran en su propia sangre.
Pero, incluso en medio de su rabia, se negaba a creer que Patrick hubiera muerto, no hasta que viera su cadáver con sus propios ojos.
El ejército rara vez cometía errores. Ella lo sabía. Aun así, sus pensamientos chocaban con lo que quería creer. Clavó la mirada en la mochila, negándose a apartar la vista. Patrick tenía que estar vivo.
Ethan, por su parte, permanecía tranquilo. Observaba la mochila. Parecía pesada, pero la forma en que se abultaba la tela, afilada y desigual, era extraña. Si Patrick estuviera dentro, la forma debería ser más suave.
Un pensamiento le rondaba la cabeza, pero no estaba seguro.
Fijó la mirada en el líder. —Déjate de tonterías. Los cien millones están aquí. Déjame ver al chico. Si intentas algo, te dispararé.
Justo en ese momento, se oyó un estruendo de disparos procedentes del helicóptero. Las balas acribillaron la cubierta vacía. El mensaje era claro. Ethan no estaba mintiendo.
Brenna se estremeció al oír el ruido, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. No podía quitarse de la cabeza el miedo de que la mochila no contuviera más que un cuerpo sin vida.
—¡Date prisa! —espetó con voz quebrada por la desesperación.
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