La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 496
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Capítulo 496:
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La inusual carrera de fin de semana había atraído a multitudes de aficionados al automovilismo. Algunas personas incluso llevaban prismáticos para buscar las mejores vistas en el enorme recinto.
En cuanto los zapatos de cuero de Ethan tocaron el asfalto, sonó su teléfono. Lo colocó entre la oreja y el hombro mientras sacaba el mono de carreras de Brenna del maletero.
Apretó el teléfono con más fuerza. —Arregla esto antes del lunes o puedes hacer las maletas y marcharte —dijo con voz fría.
En cuanto colgó, Brenna le preguntó: —¿Pasa algo?
—Solo un pequeño problema en una de las sucursales. Nada grave —respondió Ethan.
Brenna no le dio mucha importancia, pero el instinto de Ethan se agudizó. La familia Ward tenía mucho poder en la región de esa sucursal. Que surgiera un problema de repente allí, precisamente hoy, era demasiada coincidencia.
En la entrada de la sala de preparación, Ethan le entregó a Brenna una carpeta con documentos. —Tengo que ocuparme de esto. Espera aquí.
Brenna asintió y entró sola.
Todas las miradas se volvieron hacia ella en cuanto entró. Inmediatamente vio a Jade en medio de un pequeño grupo, con Isabella cerca, sonriendo aduladora. Jade sonrió levemente a su círculo. —No sé si es valiente o tonta. Ha venido. Señorita Barrett, si lo consigue, obtendrá lo que quiere.
Luego cogió su bolso y se alejó del grupo con tono ligero. «Tengo que ir a hablar de estrategia con mi copiloto».
Los demás sonrieron cortésmente mientras Jade se alejaba.
Brenna reconoció los rostros: Isabella, por supuesto, pero también Rosie, que ahora volvía a caminar, su amiga Vivian y algunas otras personas de la alta sociedad que solo recordaba vagamente.
Rosie condujo al grupo hacia Brenna, con el resto siguiéndoles como satélites. Brenna no se movió.
—¿De verdad vas a correr? —preguntó Rosie, claramente sorprendida. El éxito ecuestre de Brenna ya había cambiado su perspectiva, pero no esperaba que Brenna supiera correr.
Brenna se acomodó en el sillón de cuero, con expresión fría. Sacó una tableta de su bolso, cuyo brillo proyectaba una luz intensa sobre sus rasgos mientras examinaba el análisis de la pista y la estrategia de carrera de Thiago.
Rosie se deslizó en el asiento junto a ella, sin que nadie la invitara. —¿Cuándo aprendiste esto? —preguntó, con evidente curiosidad.
Echó un vistazo a Brenna: complexión delgada, manos suaves, sin rastro de desgaste ni callos. Brenna no tenía las manos de una piloto experimentada.
La idea de que Brenna tuviera un accidente provocó en Rosie una emoción que apenas pudo ocultar.
—Correr no es como montar a caballo —dijo Rosie con repentina seriedad—. Un movimiento en falso y el coche no solo se detendrá, sino que se hará pedazos, y quizá te lleve contigo.
Isabella también se dirigió a Brenna con voz aguda. —Siempre necesitas ser el centro de atención. ¿No te da miedo volcar el coche?
Brenna levantó la vista. —Pero tú también estás aquí.
—Solo he venido a ver la carrera —dijo Isabella—. Tener carné no te convierte en piloto. Esas pistas, con grava, barro y terreno irregular, se comen vivos a los aficionados. Con tus habilidades básicas, no durarás ni una vuelta.
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