La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 425
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Capítulo 425:
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Ernst frunció el ceño y dio la vuelta a su brocheta poco hecha sobre las llamas, con la atención robada por el momento de intimidad de Brenna y Ethan cerca de él. La pareja estaba radiante, con gestos cariñosos que delataban su afecto. No parecían importarles en absoluto haber estropeado el vestido de Sabine.
—¿Por qué tenías que entrometerte así? —Ernst estalló de frustración, decidido a no interferir en la felicidad de Brenna—. ¿De verdad la señorita Hewitt necesita que hagas algo así por ella?
Su mirada se endureció y se volvió fría—. No entiendo por qué sigues provocando a Brenna. Si todavía quieres estar conmigo, tienes que dejar de hacerlo.
Sabine tembló ligeramente. —¡Pero me ha estropeado el vestido! —exclamó, con voz cada vez más frenética—. ¿Cómo puedes seguir defendiéndola así?
Ernst se limitó a gruñir, haciendo caso omiso de su queja mientras se concentraba en conseguir el punto perfecto en su brocheta.
Sin otra opción, Sabine frotó desesperadamente las manchas, pero estas se aferraban a la tela, negándose a desaparecer.
Sabine miró a Jade, esperando encontrar algo de compasión, pero no encontró nada. La total indiferencia de Jade hacia su situación era dolorosamente evidente.
En ese momento, se dio cuenta de todo: debía de parecer una tonta ante Jade, fracasando en un plan tan sencillo.
Humillada, Sabine se enfrentó a Brenna y, con un dramático movimiento de brazo, volcó deliberadamente una cubeta de salsa, derramando un torrente de condimento sobre Brenna.
Sabine dijo con amargura: «Esto es lo que te mereces, zorra».
Sin embargo, Ethan entró rápidamente en acción y apartó a Brenna del desastre que se avecinaba. La rodeó con su brazo en un gesto protector.
Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Ethan. Era evidente que era consciente de la intención de Sabine. En respuesta, volcó deliberadamente un recipiente de salsa que había cerca, empapando a Sabine con su contenido.
Brenna no pudo contener la risa, con voz llena de fingida preocupación. «Oh, esa mancha parece bastante permanente».
Su diversión era evidente, y apenas ocultaba su disfrute ante la situación. «A mí me parece karma», añadió Brenna, observando la reacción horrorizada de Sabine ante su ropa recién manchada.
La silenciosa desaprobación de Ernst lo decía todo mientras lanzaba una mirada desdeñosa a Sabine y volvía a centrar su atención en la parrilla, dejando claro que no iba a ayudarla.
Sabine, indignada, gritó: «Sr. Mitchell, ¿cómo ha podido hacer esto?».
Sin perder el ritmo, Ethan respondió: «¿Creías que me iba a quedar de brazos cruzados mientras intentabas causar problemas a mi mujer? Un insulto a Brenna es un insulto a mí. ¿De verdad esperabas que lo dejara pasar?».
Brenna asintió con la cabeza, mostrando su satisfacción.
Jade se clavó las uñas en las palmas de las manos cuando Ethan se dirigió a Brenna como «mi mujer» con deliberada provocación. Cada muestra de cariño entre ellos era como una bofetada a su afecto público.
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