La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 29
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Capítulo 29:
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Luther asintió rápidamente, con voz cálida y afectuosa. «Buena chica, has pasado por mucho. Pero no te preocupes, ahora estás en casa. ¡Oh, mírate, qué delgada! Tenemos que asegurarnos de que comes bien a partir de ahora».
Rosie se dio cuenta rápidamente de que Luther estaba hablando con Brenna. Se volvió hacia Luther con un puchero exagerado y señaló su tobillo. «Abuelo, fui a recoger a Brenna porque quería hacer algo bonito por ella, pero se enfadó porque llegué tarde y me empujó. Así es como me torcí el tobillo».
Ni siquiera intentó ser sutil. En cambio, miró con aire de suficiencia a Brenna, esperando su reacción. Había pasado años construyendo su imagen: la nieta dulce, cariñosa y bien educada.
Era la niña educada que todos adoraban. Era amable con el personal, respetuosa con los mayores y nunca causaba problemas.
Rosie no tenía ninguna duda de que todos se pondrían de su parte, sin cuestionar que estuviera acusando falsamente a Brenna.
Miró a Brenna con ira, desafiándola a que protestara, totalmente convencida de que cualquier intento de Brenna por defenderse caería en saco roto.
«A ver si te atreves a quitarme lo que es mío. ¡No tienes ninguna posibilidad!», se regodeó Rosie para sus adentros.
Brenna sintió que la ira la invadía, pero se obligó a mantener la calma. Necesitaba ver cómo reaccionaban Luther y Tessa. Si se ponían del lado de Rosie sin dudarlo, no tendría motivos para quedarse en esa familia.
Tessa percibió la contención en la mirada de Brenna y frunció ligeramente el ceño. Había algo en el comportamiento de Rosie que le parecía inusual, casi deliberadamente provocador.
—Mírate, toda sucia —le dijo a Rosie—. ¿No deberías ir a cambiarte?
Rosie no estaba dispuesta a dejar pasar el asunto. Cruzó los brazos sobre el pecho y alzó la voz. —Abuela, ella me ha acosado y tú simplemente lo ignoras.
Tessa se volvió hacia Brenna y le tomó la mano en un gesto poco habitual de calidez. —No le hagas caso. No suele ser así, no sé qué le pasa hoy. Vamos, déjame verte bien. Oh, sí que has salido a tu madre —dijo.
En ese momento, dos coches más entraron en el camino de entrada. La puerta del primero se abrió de golpe y una mujer preciosa salió corriendo hacia Brenna. Las lágrimas le corrían por la cara mientras rodeaba a Brenna con los brazos y la abrazaba con fuerza.
—Hija mía… Te he estado buscando durante veinte años. Por fin estás en casa. Te debo tanto…
Brenna se quedó paralizada. Había pasado años llamando «mamá» a Ruby, solo para recibir frialdad y abandono. Había aprendido a no esperar cariño.
Ahora, Giselle la abrazaba como si fuera algo precioso, pero el abrazo le resultaba extraño. Brenna se quedó rígida, con los brazos colgando torpemente a los lados. No sabía qué hacer. La palabra «mamá» se le atragantó en la garganta.
Un hombre de aspecto refinado salió del segundo coche, con los ojos fijos en Brenna. Shepard Harper creía que no necesitaba una prueba de ADN para confirmar la identidad de Brenna. Era la viva imagen de su esposa.
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