La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 262
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Capítulo 262:
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Los agentes salieron de los vehículos, uno de ellos con un documento en la mano, y se acercaron a ellos. —¿Es esta la residencia de Rosie Harper? —preguntó uno de ellos, con tono firme pero educado.
Rosie recuperó lentamente la conciencia, con la mente aún nublada por la neblina del sueño, lo que le dificultaba despertarse por completo. Sus pensamientos se remontaron a la noche anterior, llena de ansiedad por saber qué había hecho Jay con Brenna. Estaba segura de que Jay sería capaz de matar a Brenna esta vez, sobre todo porque había llevado un arma.
Sabía exactamente dónde y cuándo Jay había planeado encontrarse con Brenna, y esperaba que el enfrentamiento concluyera en menos de una hora. A pesar de lo tarde que era, había luchado contra el sueño, con la mente consumida por el plan. Intentó ponerse en contacto con Jay varias veces después de las once, pero todos sus intentos fueron en vano. Creyendo que Jay estaría ocupado torturando a Brenna, finalmente se rindió y se quedó dormida.
Al despertar, su primer instinto fue intentar contactar con Jay de nuevo. Seguramente a esas alturas ya habría ejecutado su plan y Brenna habría corrido un destino terrible. Jay no estaba solo, tenía a su banda con él. Rosie creía que, tras sufrir a manos de ellos, Brenna estaría tan devastada que podría incluso plantearse quitarse la vida, sin necesidad de que Jay o sus hombres la mataran.
Mientras pensaba en ello, Rosie soltó una carcajada, que resonó como eco de su expectación. Marcó el número de Jay una vez más, con una sonrisa triunfante en el rostro, pero la llamada no fue respondida. Su sonrisa se desvaneció. «Seguro que Jay ya ha acabado con Brenna. ¿Por qué no responde a mi llamada?», murmuró, desconcertada.
En ese momento, una serie de golpes interrumpieron sus pensamientos. Con el teléfono en la mano, Rosie se acercó a la puerta y la abrió.
Allí estaba Rachael, con expresión preocupada. «Señorita Harper, hay unos agentes de policía que quieren verla», dijo con voz temblorosa por los nervios.
Rosie se sorprendió y rápidamente repasó sus últimas acciones, tratando de averiguar cuál de ellas podría haber llamado la atención de la policía. El miedo era algo a lo que no estaba acostumbrada, gracias a la influencia de su familia. Con un gesto de la mano, le indicó a Rachael: «Diles que sigo durmiendo».
Pero antes de que pudiera descartar el asunto, dos agentes femeninas salieron del ascensor.
Una de ellas, que irradiaba autoridad con su impecable uniforme, se adelantó y le entregó un documento oficial a Rosie. —Señorita Harper, necesitamos su cooperación en una investigación sobre una pelea reciente. Por favor, acompáñenos —dijo con firmeza.
El disgusto de Rosie era evidente mientras regañaba a Rachael delante de las agentes. —¿Cómo has podido dejarlas entrar? ¡Esta es mi casa! ¿De verdad crees que cualquiera puede entrar así en la residencia de la familia Harper?», preguntó frunciendo el ceño.
Los agentes se mantuvieron firmes, imperturbables ante el lujoso entorno o cualquier sugerencia de que la riqueza pudiera otorgar inmunidad.
«Señorita Harper, necesitamos su cooperación», repitió uno de los agentes, sin moverse de su sitio.
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