La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 24
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Capítulo 24:
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Rachael volvió y pegó la oreja a la puerta de Brenna, esforzándose por escuchar algo. Las gruesas paredes amortiguaban todo, dejándola sin saber qué estaba pasando dentro. Tras un momento de vacilación, abrió la puerta con cuidado.
El salón y el dormitorio estaban vacíos. Rachael recorrió el espacio con la mirada: la ropa y los zapatos de Brenna estaban sobre la cama, mientras que la puerta del baño permanecía firmemente cerrada. Probablemente Brenna estaba en la ducha.
Rachael dejó el vestido negro arrugado sobre la cama y luego dirigió su atención a la mochila de Brenna. Una rápida inspección reveló exactamente lo que esperaba: no había ropa de recambio. Reprimiendo una risa, cogió la ropa que Brenna había tirado, recogió hasta la última prenda y murmuró con malicia: «Ya veremos cómo disfrutas más tarde cuando te humillen».
Un elegante monovolumen negro se detuvo a la entrada de la finca de la familia Harper, con el llamativo logotipo «M&G» brillando en el lateral. A primera vista, estaba claro: había llegado un envío de alto standing.
Dos jóvenes empleados, un hombre y una mujer vestidos con ropa elegante, salieron del vehículo y se dirigieron rápidamente al maletero. Con eficiencia y destreza, sacaron dos percheros llenos de prendas de lujo, cada una de ellas una evidente obra de alta costura. Las telas brillaban bajo la luz del sol, con una elegancia inconfundible.
El joven llamó al timbre y Rachael acudió rápidamente a abrir la puerta, fijando inmediatamente la mirada en los percheros con ropa cara. Una punzada de inquietud le recorrió la espalda. ¿Los había pedido Brenna? Solo la idea le irritaba. Pero antes de sacar conclusiones precipitadas, decidió confirmarlo. «¿Para quién es esta ropa?».
El joven, alegre y relajado, estaba hablando por teléfono. En cuanto vio a Rachael, colgó.
—La señorita Harper hizo un pedido hace una hora. Hemos venido a entregárselo personalmente —dijo.
Rachael volvió a mirar el logotipo «M&G». Conocía esa marca, era una de las favoritas de los miembros de la familia Harper. Cada prenda costaba al menos decenas de miles de dólares.
Eso solo podía significar dos cosas: o había hecho el pedido Rosie, o había sido Audrey Harper, la hija de Ableson. Desde luego, no podía ser Brenna. Acababa de regresar, vestida como una plebeya. Era imposible que pudiera permitirse algo tan extravagante.
Pero entonces se le ocurrió otra idea. ¿Y si Brenna había dado por hecho que la familia Harper pagaría la ropa y había sido ella quien había hecho el pedido?
Brenna acababa de poner un pie en la casa de los Harper, ¿de dónde había sacado el descaro para gastar tanto dinero de ellos? ¡Qué audacia!
Rachael preguntó con cautela: «¿Qué señorita Harper hizo el pedido?».
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