La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 188
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Capítulo 188:
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Aún resentido por el intento anterior de Thiago de inyectarle esa sustancia, Harlan estaba ansioso por golpearlo. Apretando los dientes, añadió: «No te pongas arrogante. No te reirás cuando esto termine. Si tienes agallas, quédate aquí cuando esto acabe. Entonces me ocuparé de ti».
Thiago se limitó a sonreír, sin inmutarse. Sabía exactamente qué tipo de hombre era Harlan y se había preparado para lo que pudiera pasar.
El crupier ya había repartido las cartas. Las pilas de fichas estaban ordenadas junto a ambos jugadores, con los treinta millones necesarios para apostar listos para entrar en juego.
Harlan miró con arrogancia la pila de Brenna. Hizo un gesto al crupier para que barajara el mazo.
En su mente, Brenna no era más que una aficionada, una jugadora ocasional que se había metido en un partido de alto riesgo.
Brenna barajó el mazo con una técnica sencilla y sin florituras, desprovista del estilo teatral de los jugadores experimentados.
Al observarla, Harlan sonrió con aire de suficiencia, sintiéndose cada vez más seguro de sí mismo. Creía que ella no era más que otra aficionada demasiado confiada que no podía hacerle ni pío. —¿Con esas habilidades básicas crees que puedes ganarme? —dijo burlonamente.
Cuando llegó su turno, montó todo un espectáculo. Sosteniendo la baraja con soltura, extendió las cartas sobre la mesa formando un abanico perfectamente simétrico.
Con un rápido movimiento de muñeca, toda la baraja dio la vuelta en un movimiento fluido, provocando murmullos de admiración.
Barajó unas cuantas veces más, rápido, preciso y sin esfuerzo, antes de devolver la baraja al crupier.
La crupier se movió con rapidez, extendiendo las cartas sobre la mesa antes de repartir tres a cada jugador.
Harlan dio la vuelta a su primera carta, luego a la segunda, y asintió con satisfacción. La suerte le acompañaba. Entonces vio a Brenna dar la vuelta a sus cartas una a una, con un aire que no parecía nada relajado.
Harlan estaba seguro de que nadie podía barajar mejor que él.
Tenía tres cartas fuertes en la mano: un rey de corazones, una reina de corazones y un jota de corazones.
Creía que Brenna sabía manejar bien la baraja, pero no era rival para él.
Dejó primero la más pequeña: el jota. Luego, le dedicó a Brenna una sonrisa caballerosa. No le importaba que su rostro estuviera marcado por cicatrices. Mientras sus cartas aguantaran, siempre podría volver a la cima. —Brenna, te toca —dijo.
Miró al miembro del personal que estaba a su lado, que sostenía un cuchillo afilado destinado al castigo después de la partida. Harlan imaginó a Ethan sentado, impotente, viendo cómo la mujer que amaba perdía un dedo.
Brenna no parecía contenta con su mano. Dejó escapar un suave suspiro, con un toque de tristeza en los ojos, y tiró una carta sobre la mesa sin pensarlo mucho.
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