La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 175
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Capítulo 175:
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Unos instantes después, llegaron a una suite privada. La gruesa moqueta del pasillo amortiguaba sus pasos. Sylvie apoyó una mano en la puerta y la abrió.
La suite estaba lujosamente decorada y sus paredes estaban revestidas con materiales insonorizantes. Se oía música en el interior, pero no se percibía ningún sonido en el exterior.
Bajo la tenue iluminación, un grupo de jóvenes vestidos con coloridos trajes de diseño descansaban en el sofá. Sus rostros le resultaban familiares. La mayoría pertenecían a familias adineradas de segundo o tercer nivel de Shirie.
Varios de ellos habían asistido a la fiesta de bienvenida de Brenna la noche anterior. Ahora, esos mismos jóvenes estaban sentados, con cigarrillos en la mano. Había algo inconfundible en ellos: eran temerarios y peligrosos. No parecían buena compañía.
En ese momento, un hombre pelirrojo se acercó a Brenna. Dio una lenta calada a su cigarrillo antes de soplarle el humo directamente a la cara.
—Hola, guapa —dijo.
La mirada de Brenna se volvió gélida, pero no dijo nada.
El hombre soltó una risita. «Guapa, pero tan fría», comentó.
La sala estalló en carcajadas.
Sylvie intervino con fingida preocupación. «Vamos, no seas así. Es nueva en los bares. Solo es una chica protegida de buena familia. No la asustes».
Con eso, ella y Vivian guiaron a Brenna hacia el sofá que acababa de dejar libre el hombre pelirrojo.
Este cogió una botella de la mesa, se sirvió un vaso con aire despreocupado y se lo entregó a Brenna.
—Señorita Harper, ¿verdad? Beba esto y yo la protegeré a partir de ahora —dijo.
Brenna lo estudió con atención. Había algo familiar en él, aunque no conseguía recordar dónde lo había visto antes.
Dirigió la mirada a Sylvie en silencio, preguntándole qué era.
Sylvie sonrió y presentó al hombre con voz coqueta: —Déjame que te lo presente. Él es el señor Harlan Moreno, heredero de la familia Moreno.
Brenna lo reconoció al instante. Así que este hombre era el hermano menor de Thiago. No era de extrañar que le resultara familiar.
Brenna echó un vistazo a la sala. Rosie no estaba por ninguna parte, o tal vez se escondía entre las sombras. Era la oportunidad perfecta para ver cómo la humillaban, y Rosie no se la iba a perder.
Su mirada recorrió el grupo. Siete hombres jóvenes, cuatro mujeres y ella. Doce en total.
La mesa estaba llena de botellas vacías, pero lo que más llamaba la atención eran las pequeñas bolsas en el centro: una llena de polvo blanco, otra de pastillas amarillas y una tercera de pastillas azules.
Brenna había trabajado en bares mientras estudiaba en Norview. Sabía exactamente qué eran esas sustancias. Lo último que eran era inofensivas. Una sola dosis y la vida de una persona podía dar un giro irreparable.
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