La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1523
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Capítulo 1523:
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Brenna esbozó una media sonrisa. «Qué labia, ¿eh? Haz bien este trabajo y ya veremos cómo va».
Sandra observó, impresionada por la autoridad de Brenna, sintiendo la enorme diferencia entre ellas.
Ante los matones y los oportunistas, ella solo podía acobardarse, pero Brenna los manejaba con facilidad, tomando el control sin esfuerzo. Por primera vez, Sandra comprendió lo diferentes que eran.
Agradecida, se volvió hacia Brenna con voz sincera. «Gracias, Brenna…».
Quería decir más, expresar toda su gratitud, pero la mirada fría y distante de Brenna la interrumpió.
A Sandra se le encogió el corazón al recordar cómo una vez le había espetado a Brenna que no se metiera en sus asuntos.
Qué tonta había sido.
Había alejado a la única Harper que le había mostrado amabilidad, todo por un idiota como Andrés.
Su gusto en hombres era francamente horrible.
—Sube —dijo Brenna, señalando su coche.
Sandra miró su propio vehículo. Al darse cuenta, Félix se apresuró a decir: «Señorita, yo le llevaré su coche».
Sandra no podía quitarse de la cabeza la sensación de que, para Brenna, ella estaba por debajo incluso de un guardaespaldas. El consejo de Jordy sobre contratar seguridad resonaba en su cabeza: tal vez era el momento de hacerlo.
Tenía mucho que decirle a Brenna, pero la actitud de esta dejaba claro que no estaba de humor para hablar con ella.
Sandra se subió al coche y decidió esperar a llegar a casa para hablar.
Brenna y Ethan se subieron al coche de Ethan.
Ethan le dijo a Neville que pisara el acelerador; se dirigían a casa de Belén. Hacía tiempo que no la veía y quería visitarla antes de la boda.
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El maletero estaba lleno de las golosinas favoritas de Belén, algo de dinero en efectivo y un nuevo álbum de fotos de boda que ella estaba deseando ver.
Se quedaron a cenar en casa de Belén.
Cuando Brenna llegó a casa, eran casi las once.
Sandra, que aún estaba despierta, había dejado la puerta de su habitación abierta para recibir a Brenna.
Al oír pasos, salió corriendo. «¡Brenna!».
El rostro de Brenna permaneció distante, casi gélido. «¿Hay algo que quieras decirme?».
La frialdad le dolió. Sandra se dio cuenta de que recuperar a Brenna después de su error le costaría trabajo.
Brenna intuyó que no se trataba solo de gratitud. «Ven a mi habitación», dijo.
Sandra la siguió. Brenna, imperturbable, añadió: «Voy a darme una ducha y a cambiarme primero. Espérame».
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