La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1502
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Capítulo 1502:
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A Sandra no le importaba nada de lo que había fuera del restaurante, pero en cuanto salió, Andrés salió del coche con un ramo en la mano y una sonrisa esperanzada en el rostro. «¡Sandra!».
Él le bloqueó el paso y le ofreció las rosas azules. «Por favor, no te enojes conmigo. Lo siento. Me equivoqué».
Aún no tenía ni idea de qué había hecho para que ella se enfadara ni por qué Sandra estaba molesta, pero estaba dispuesto a admitir su culpa si eso era lo que hacía falta.
Sandra apenas miró las rosas, sabiendo muy bien lo caras que eran, pero el precio no la hizo cambiar de opinión.
Ver a Andrés le trajo de vuelta todos sus remordimientos: qué tonta había sido al caer en sus trucos. Ahora, ahí estaba él otra vez, fingiendo ser un héroe romántico. Era a la vez exasperante y patético.
Le lanzó a Andrés una mirada fría e inflexible, con la paciencia agotada. Por muy guapo que fuera, lo único que veía era a un idiota insufrible que le bloqueaba el paso.
Sin decir nada más, lo esquivó y se dirigió directamente al edificio de oficinas.
Andrés se movió para bloquearle el paso de nuevo, completamente desconcertado por su frialdad. En su mente, lo había dado todo: gestos lujosos, flores caras, todo lo que pensaba que la conquistaría. ¿Qué más podía esperar ella de él? Incluso las rabietas deberían tener sus límites, ¿no?
—Sandra, ¿por qué te comportas así? Dime, ¿qué he hecho mal? —suplicó Andrés.
Sandra se quedó mirando su inocencia con los ojos muy abiertos, casi impresionada por lo convincente que era su actuación. Entonces, sin previo aviso, le dio una fuerte bofetada a Andrés. —No finjas que no sabes lo que hiciste. ¿De verdad tienes el descaro de preguntarlo?
Andrés repasó los últimos días en su mente. Estaba seguro de que Sandra no podía haber descubierto su relación con otra persona. ¿Cómo se habían descontrolado tanto las cosas?
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Se llevó la mano a la mejilla, que le ardía, y una expresión de irritación cruzó su rostro. Nunca antes una mujer se había atrevido a abofetearlo mientras él la cortejaba. Sandra era la primera.
Si no fuera porque necesitaba a Sandra para sus planes de asegurar el negocio de su familia, habría perdido los estribos en ese mismo instante.
Intentando hacerse la víctima, dijo: «Sandra, ¿no puedes decirme qué pasa? De verdad que no he hecho nada. Me duele que me trates así. Te quiero de verdad».
«¿Sigues con tu numerito?». Sandra sacó su teléfono y lo levantó, mostrando las fotos que Loretta le había enviado.
Andrés se quedó paralizado. Estaba tan seguro de haber ocultado sus aventuras, haciendo malabarismos con sus secretos sin que nadie se diera cuenta.
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