La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1477
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Capítulo 1477:
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«Me pondré a ello de inmediato», dijo Lorna, dándose la vuelta para marcharse.
Tan pronto como Lorna se marchó, Brenna tomó su teléfono y llamó a Ethan, pidiéndole que investigara también a Andrés.
A la mañana siguiente, Sandra se quedó en la entrada del garaje, con la mirada fija en tres relucientes vehículos que se alejaban hasta desaparecer. Quedaban cinco, alineados como joyas, cada uno con un precio de varios millones.
«Darrell, ¿cuál es el más barato?», preguntó Sandra. Aún no había elegido ninguno y ya tenía las palmas de las manos sudorosas y las piernas temblorosas.
Darrell señaló con la mano un Audi pulido. «Ese. Un poco más de tres millones».
«¿Es el más barato?», preguntó Sandra sorprendida. «¡Vale más de tres millones!».
Recordó que el coche de Andrés estaba en el mismo rango.
Darrell asintió brevemente. «Para la familia Harper, eso se considera barato».
Sandra se quedó pensativa, con las palabras de Andrés resonando en su cabeza. Después de sopesarlo, dejó que su orgullo se impusiera. ¿Cómo iba a rebajarse a elegir el coche más barato?
Su elección recayó en un coche que se ajustaba mejor al gusto de una mujer joven.
Tenía un precio cercano a los diez millones, su diseño exterior era discreto, mientras que el interior brillaba con lujo. El sistema de seguridad era inigualable. En cuanto se acomodó en el asiento, sintió lo diferente que era este coche del de Andrés. Pasó un rato jugando con los controles del asiento hasta que finalmente encontró una posición cómoda. Luego agarró el volante, con movimientos cautelosos, aunque su pie presionó el acelerador con más fuerza de la que pretendía. Afortunadamente, el patio era amplio y los guardias se mantuvieron a distancia, evitando que nadie resultara herido.
Después de luchar durante bastante tiempo, Sandra finalmente logró sacar el coche por la puerta. Como llevaba años sin conducir, no dejaba de recordarse a sí misma que no debía acelerar, y pronto su ritmo era tan lento que apenas superaba al de una bicicleta eléctrica.
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Se incorporó a la carretera principal, donde el tráfico matutino llenaba todos los carriles. La visión de tantos coches la hizo agarrar el volante con más fuerza, con los nervios a flor de piel. Cuando el semáforo de delante se puso en rojo, su cuerpo se tensó y, presa del pánico, pisó el pedal equivocado.
Con un fuerte estruendo, su coche chocó contra el vehículo de delante, empujándolo con tanta fuerza que golpeó al que iba detrás.
El ruido la sobresaltó. Se aferró al volante como si fuera su único salvavidas, paralizada y sin saber qué hacer.
Los conductores de los dos coches de delante salieron para examinar el desastre. La parte trasera de cada coche estaba destrozada, había cristales esparcidos de las luces rotas y el capó del coche que estaba justo delante del de Sandra estaba deformado.
Sandra miró su propio vehículo. Fabricado con refuerzos personalizados, había soportado el golpe sin una sola abolladura.
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