La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1449
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Capítulo 1449:
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Entonces, Sandra supo que Brenna no se dejaría engañar. «Olvídate del dinero, entonces. Quizás la gente del casino está fingiendo. Probablemente no le cortarán las manos», murmuró.
La respuesta de Brenna fue fría como el acero. «De acuerdo. Buscaré a alguien que rescate a tu madre. No haré nada con respecto al dinero». Sin dudarlo, cogió su teléfono y llamó a Ethan. Gracias a sus contactos en el casino, organizar el rescate de Keira fue fácil.
Mientras Brenna se ocupaba de ello, el teléfono de Sandra se iluminó con una videollamada de Keira. Ya habían pasado dos horas. A Sandra le temblaban los dedos al contestar la llamada.
En la pantalla, las muñecas de Keira estaban inmovilizadas contra una mesa mientras un hombre se erguía sobre ella con un hacha en la mano. El hombre llevaba una máscara, pero la cicatriz que le cruzaba la ceja izquierda lo hacía fácil de identificar: no era el mismo hombre que la había amenazado antes. El hombre de la cara marcada por la cicatriz se inclinó hacia la cámara, con voz amenazante. «¿Así que no vas a pagar? Entonces le cortaremos la mano izquierda a Keira».
Sandra palideció y le temblaban las manos. «Por favor… dame más tiempo. Se me ocurrirá algo».
Keira estaba paralizada por el terror. Sus sollozos se convertían en gritos entrecortados mientras suplicaba: «No lo hagas. Por favor, no me cortes la mano. El padre de Sandra es rico. Tiene mucho dinero. Espera. Sandra lo solucionará…».
El hacha cayó, cortando la carne y los huesos de Keira. Un grito desgarrador salió de su garganta, tan angustioso que Sandra perdió el control y dejó caer el teléfono por la sorpresa.
Brenna recogió el teléfono del suelo y, con una mirada gélida, respondió a la llamada. «Si vuelves a tocarla, me encargaré de que tu casino desaparezca de este mundo».
El hombre con cicatrices soltó una risa burlona. —Hablas con dureza. ¿Te atreves a demostrarlo? Antes de que pudiera decir nada más, otra figura se inclinó, le susurró rápidamente al oído y luego se escabulló. El hombre con cicatrices miró a Keira. —Tienes suerte. Alguien te ha salvado hoy. Lárgate de aquí.
Keira se liberó tambaleándose y se apretó la muñeca sangrante contra el pecho. La rabia convirtió su dolor en veneno. «Sandra, ¿por qué no le pediste dinero a tu padre? ¿Te sientes satisfecha ahora que he perdido la mano? ¡Niña sin corazón! ¡Te daré una lección cuando vuelva!».
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Sandra finalmente recuperó la voz. «Te advertí sobre el juego, pero te negaste a escucharme. Ahora mírate: has perdido todo tu dinero. Ni siquiera tienes dinero para el tratamiento, y yo no tengo nada que darte. ¿Qué vas a hacer ahora?». Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras se derrumbaba, y sus gritos resonaban con desesperación. Keira había perdido una mano y aprendido una lección; probablemente no volvería a jugar. El resultado era exactamente lo que Sandra había esperado, pero no sentía alegría.
El corazón de Sandra se hundió mientras expresaba su angustia. «Estoy desesperada. No soporto la idea de que mi madre pierda su mano, pero estoy en la ruina. Pedir préstamos no es la solución, y aunque lo hiciera, nunca saldría de esa deuda».
Brenna escuchó en silencio, ofreciendo una caja de pañuelos con un gesto amable.
«Gracias, Brenna», dijo Sandra, con la voz temblorosa por la gratitud. «Si no hubieras intervenido, mi madre podría haber perdido ambas manos».
«Siéntate», dijo Brenna, haciendo una señal a Lorna para que trajera café. «Ya he pedido ayuda. Tu madre será trasladada al hospital en breve».
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