La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1447
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Capítulo 1447:
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Ethan soltó una risita ahogada. «Qué duro. Si necesitas mi ayuda, solo tienes que pedirla».
Sandra caminó, luchando con sus emociones, y finalmente desbloqueó el número de Keira en su teléfono. Casi al instante, su teléfono comenzó a sonar con una llamada de Keira.
Su voz chillaba a través del altavoz, frenética por el miedo. «¡Sandra, tienes que salvarme! ¡Están a punto de cortarme el brazo! ¡Pídele ayuda a la familia Harper, por favor!».
El caos de fondo, el golpe seco de un cuchillo sobre la mesa, hizo que Sandra sintiera un escalofrío y que sus piernas casi se le doblaran.
«Mamá, ¿cuánto has perdido esta vez?», gritó Sandra, incapaz de contener su ira. La pesadilla que tanto temía se estaba haciendo realidad. Esos matones del casino eran brutales. Realmente mutilaban a alguien por una deuda.
«¡Ochocientos millones!», respondió Keira.
La voz de Sandra temblaba de desesperación mientras gritaba al teléfono: «¿No son ochocientos millones una gran suma? ¡Dime! Si eso no se considera astronómico, ¿qué lo es?».
Al otro lado de la línea, un hombre respondió con gélida indiferencia: «Tienes dos horas para enviar el dinero. Si no cumples el plazo, tu madre perderá las manos».
Keira sollozaba aterrorizada, rodeada por un grupo de hombres. Uno de ellos la inmovilizaba mientras otro levantaba un hacha, listo para golpearla.
«¡Por favor, Sandra! ¡Llama a tu padre y consígueme el dinero! Solo quedan dos horas. Si esperas más, ¡realmente voy a perder las manos!», gritó con pánico en su voz.
Un hombre le puso un trozo de papel en la cara a Keira. «Lee el número de cuenta. Ahora». Se oyó un chasquido seco cuando un látigo azotó la espalda de Keira, haciéndola sangrar.
«¡Ah!», gritó Keira de dolor.
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El sonido hizo que el corazón de Sandra se acelerara al resonar en sus oídos.
«¡Léelo! ¡Deja de dar largas!», ladró el hombre.
«Ah…», Keira apenas pudo articular palabra antes de que el látigo la golpeara de nuevo. Las hinchadas magulladuras que cubrían su espalda eran imposibles de ignorar. Su rostro se puso pálido como la cera mientras suplicaba, con las palabras saliendo entre sollozos: «Lo haré. Por favor, ¡ , deja de pegarme! Sandra, te prometo que es la última vez. Nunca volveré a jugar. Solo ayúdame. El número de cuenta es…».
Sandra no anotó ni un solo dígito. Sus manos no dejaban de temblar y escuchaba, completamente abrumada por la frustración y la incredulidad.
Cuando Keira terminó de hablar, Sandra apenas podía contener las lágrimas. Keira continuó: «Por favor, Sandra, tienes que darte prisa. Pídele ayuda a tu padre y él te ayudará. Se nos acaba el tiempo. Si no actúas pronto, me harán mucho daño».
Sus gritos y el implacable chasquido del látigo volvieron a oírse a través del teléfono. La voz del hombre se volvió más aguda. «Date prisa. Nuestra paciencia se está agotando». Entonces, la llamada terminó abruptamente.
Sandra estaba de pie al borde de la carretera, sollozando, completamente sola.
Ya sabía que Shepard y Giselle no le darían ni un solo centavo, aunque la cantidad fuera mucho menor. Incluso si la ayudaran, estaría acabada a los ojos de la familia. Todo por lo que ella y Keira habían trabajado se destruiría. Todos sus sueños de vivir en el lujo no serían más que ilusiones.
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