La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1436
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Capítulo 1436:
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Brenna escuchó en silencio. Isabella no le había mencionado nada de esto, así que era una novedad para ella. Aun así, Brenna sabía que las dificultades de Ruby eran culpa suya. No merecía ninguna compasión.
—¿Así que has venido a pedirme dinero? —preguntó Brenna con tono frío y monótono.
Ruby sintió un nudo en el pecho y el pánico se reflejó en sus ojos. Se dio cuenta de que Brenna no tenía intención de ayudarla. Sin embargo, tampoco se atrevió a mostrar impaciencia ni a dirigir sus quejas a Brenna.
Sus sollozos se hicieron más profundos. —No, no he venido por dinero. Los gastos de la propiedad y la calefacción ya no importan. Mack, mi inútil hijo, vendió mi casa. Ahora ni siquiera tengo un techo bajo el que cobijarme. Brenna, por favor, ten piedad. Solo quiero un lugar donde quedarme, para no tener que dormir en la calle.
Brenna levantó las cejas, sorprendida. —¿Mack vendió tu casa?
Ruby asintió. «Sí. Antes lo quería mucho, ¿y mira cómo me trata ahora? Se gastó todo su dinero en drogas e incluso recurrió al robo. Ayer vendió mi casa. Intenté desesperadamente detenerlo, pero no me escuchó e incluso me pegó. Brenna, si no estuviera desesperada, no habría acudido a ti. Por favor, búscame un lugar donde vivir. No necesito nada lujoso, cualquier lugar me vale».
Aunque sus lágrimas parecían sinceras, Brenna permaneció impasible, sin estar dispuesta a levantar un dedo para ayudarla.
Cuando Ruby percibió esa fría indiferencia por parte de Brenna, una inquietud se apoderó de su pecho. Rodeó el escritorio y se arrodilló frente a Brenna.
«Brenna, sé que Alex y yo te hicimos daño cuando vivías con nosotros. Te impedimos ir al colegio, te obligamos a dibujar diseños, a cocinar y a fregar el suelo. Fuimos crueles y te utilizamos sin vergüenza. He venido a suplicarte que nos perdones».
Rompió a llorar mientras continuaba: «Verás, tu padre recibió lo que se merecía, ¿no? Sufrió sin cesar antes de morir. Y Mack, ese sinvergüenza, que una vez te acosó, míralo ahora. Lo vi tambalearse hasta su casa, golpeado, con las costillas rotas, incapaz de moverse durante días. Ni siquiera pudo ir al hospital porque no tenía dinero. Todos hemos pagado por nuestros pecados. Me gano la vida recogiendo basura y vendiéndola. ¿No es eso suficiente castigo? Brenna, ten piedad. Aunque me dejaras vivir en el rincón más miserable de la ciudad, te lo agradecería».
Sus ojos llorosos se aferraron a Brenna, llenos de esperanza desesperada.
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Por un momento, Brenna sintió que la amargura de tantos años comenzaba a disiparse. «¿Así que por fin admites lo injusta que fuiste conmigo? ¿Aceptas que esto es tu castigo?».
«Sí», respondió Ruby sin dudar. «Todo lo que hemos soportado es karma. Nunca fuimos buenas personas. Nunca merecimos riquezas. Brenna, por favor, no nos guardes rencor. Tú sobreviviste. Tus verdaderos padres te quieren y has encontrado un prometido extraordinario. De verdad te deseo felicidad. Lo único que pido es un lugar donde quedarme hasta que muera. No necesito tu dinero; puedo seguir vendiendo chatarra para vivir. Ahora no puedo permitirme una casa ni pagar un alquiler…».
Brenna observó atentamente a Ruby. Lloraba desconsoladamente, vestida con ropas raídas que delataban su pobreza. De cerca, su rostro mostraba las marcas de las penurias y sus manos, antes suaves, ahora parecían ásperas.
No se podía negar que había sufrido. Su actitud hoy también era mucho más humilde que la de Mack cuando llegó aquí.
—¿Así que dices que no te importa la casa en sí, solo que te evita quedarte sin hogar? —preguntó Brenna, recelosa de que Ruby pudiera estar fingiendo miseria para pedir una casa mejor.
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