La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1349
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Capítulo 1349:
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Mack no pudo evitar pensar que cincuenta mil dólares desaparecerían en poco tiempo, lo que apenas le bastaría para satisfacerlo. Lanzó una mirada amenazante a Ruby. «Entrega todo el dinero que tengas».
Ruby nunca había visto a su hijo tan intimidante. El miedo se apoderó de ella y dio unos pasos atrás, apretando con fuerza su bolsillo. «No me queda nada, estoy arruinada. Cada vez que apareces es para pedirme dinero. ¿Alguna vez piensas en tu padre? Soy yo quien cuida de él día tras día. ¿Alguna vez piensas en…?».
De repente, la voz de Alec rompió la tensión desde otra habitación, desesperada y fuerte. «¿Quién está ahí? ¡Que alguien me ayude! ¡Me muero de hambre aquí dentro!».
Se oyó un fuerte golpe, como si algo hubiera caído al suelo. Pero Ruby no pensaba en Alec. En ese momento, lo único que le importaba era conservar su dinero. No estaba dispuesta a dárselo a ninguno de sus hijos. Mack se dio cuenta de su actuación. Le quitó la mano a Ruby y le arrebató el teléfono. Sus ojos ardían de ira mientras apretaba los dientes. «¡Envía hasta el último centavo a mi cuenta o te juro que te mataré!».
Un cuchillo apareció en su puño, con la hoja brillando peligrosamente mientras apuntaba a Ruby. «Hazlo. Ahora».
La voz de Ruby se quebró, entre el dolor y la conmoción. «¡Soy tu madre! ¿Cómo puedes amenazarme así?». Su corazón se retorció de dolor. Nunca había imaginado que su propio hijo llegaría tan lejos.
«Deja de fingir. ¿No eres mi madre? ¿Ni siquiera puedes darme algo de dinero? Cuando mueras, ¿no será todo tu dinero mío? ¡Así que deja de darme largas!», exclamó Mack. Su ira estalló y tiró la mesa del comedor al suelo. Ruby temblaba de miedo. «Mack, no puedo darte mi dinero. Sin él, ¿cómo voy a sobrevivir? Soy vieja y ya no puedo trabajar».
La ira de Mack estalló. «Claro. Siempre se trata de ti, ¿no? Nunca te has preocupado por mí. Egoísta hasta el final».
Abrió la aplicación bancaria en el teléfono de ella. Con unos pocos toques, vació su cuenta y transfirió hasta el último centavo a la suya.
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«Por favor, no me hagas esto. ¿Cómo voy a vivir sin nada? ¡No puedo creer que me hagas esto! ¡Soy tu madre!». Ruby, desesperada y desconsolada, se abalanzó sobre él para arrebatarle el teléfono.
«¡Apártate de mi camino!», espetó Mack, dándole una patada.
Ruby cayó al suelo, aturdida, incapaz de levantarse de inmediato. Una vez que cada centavo hubo llegado a su cuenta, Mack tiró el teléfono al suelo. Ruby lo agarró con manos temblorosas y comprobó su saldo, y se le encogió el corazón al ver que solo le quedaban unos pocos dólares.
«Eres un monstruo…».
Alec salió arrastrándose del dormitorio y solo alcanzó a ver la espalda de Mack mientras se marchaba. La visión de Alec enfureció a Ruby. Agarró una percha y la blandió contra él con rabia.
«¡Esto es culpa tuya! ¡Estamos arruinados por tu culpa! Tendremos suerte si ahora tenemos migajas para comer. Todavía tengo que cuidar de ti. ¿Por qué tuve que quedarme atrapada con un hombre inútil como tú? ¡Lo has arruinado todo!».
Le golpeó cada vez más fuerte, descargando toda su amargura reprimida sobre Alec. Mientras tanto, Brenna se sentó a la mesa del comedor y miró las fotos que Isabella le había enviado. Su expresión se volvió fría.
«Te lo mereces todo. Tu verdadero castigo ni siquiera ha comenzado», murmuró.
En ese momento, se abrió la puerta principal y Giselle entró con los brazos llenos de bolsas de la compra. Inmediatamente se dio cuenta de la tensión en el rostro de Brenna. «¿Qué ha pasado? ¿Estás de mal humor?».
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