La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1339
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Capítulo 1339:
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A Ruby se le hizo un nudo en el estómago. «Mack, ¿qué te pasa?».
No estaba segura de qué le había pasado a Mack, pero recordando cuánto tiempo había estado jugando con su teléfono, rápidamente lo revisó.
Su corazón casi se detuvo: los cincuenta mil de su cuenta habían desaparecido.
Miró a su hijo con amargura en los ojos.
Cuando él no estaba, la vida era más fácil. Cuando volvía, siempre era por dinero. Ella deseaba que dejara de aparecer por completo.
Sus ojos se volvieron fríos mientras lo veía retorcerse. Él sacó torpemente una bolsa de plástico, se vació el polvo blanco en la boca y poco a poco se calmó. Al ver eso, a Ruby se le ocurrió una idea y dio dos pasos atrás.
La verdad era insoportable. Su hijo estaba metido en las drogas.
Aun así, fingió preocupación en su voz mientras se acercaba a él. «Mack, ¿estás bien?».
Mack se puso en pie tambaleándose y la empujó a un lado. «Estoy bien».
Mack no podía evitar pensar que cincuenta mil dólares desaparecerían en poco tiempo, apenas suficientes para satisfacerlo. Lanzó una mirada amenazante a Ruby. «Dame todo el dinero que tengas».
Ruby nunca había visto a su hijo tan intimidante. El miedo se apoderó de ella y dio unos pasos atrás, apretando con fuerza su bolsillo. «No me queda nada, estoy arruinada. Cada vez que apareces es para pedirme dinero. ¿Alguna vez piensas en tu padre? Soy yo quien cuida de él día tras día. ¿Alguna vez piensas en él?».
De repente, la voz de Alec rompió la tensión desde otra habitación, desesperada y fuerte. «¿Quién está ahí? ¡Que alguien me ayude! Me muero de hambre aquí dentro…».
Se oyó un fuerte golpe, como si algo hubiera caído al suelo. Pero Ruby no pensaba en Alec. En ese momento, lo único que le importaba era conservar su dinero. No estaba dispuesta a dárselo a ninguno de sus hijos.
Mack se dio cuenta de su actuación. Le quitó la mano a Ruby y le arrebató el teléfono. Sus ojos ardían de ira mientras apretaba los dientes. «¡Envía hasta el último centavo a mi cuenta o te juro que te mataré!».
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Un cuchillo apareció en su puño, con la hoja brillando peligrosamente mientras apuntaba a Ruby. «Hazlo. Ahora».
La voz de Ruby se quebró, a partes iguales por el dolor y la sorpresa. «¡Soy tu madre! ¿Cómo puedes amenazarme así?».
Su corazón se retorció de dolor. Nunca había imaginado que su propio hijo llegaría tan lejos.
«Deja de fingir. ¿No eres mi madre? ¿Ni siquiera puedes darme algo de dinero? Cuando mueras, ¿no será todo tu dinero mío? ¡Así que deja de darme largas!», exclamó Mack. Su rabia estalló y tiró la mesa del comedor al suelo.
Ruby temblaba de miedo. «Mack, no puedo darte mi dinero. Sin él, ¿cómo voy a sobrevivir? Soy vieja y ya no puedo trabajar».
La ira de Mack estalló. «Claro. Siempre se trata de ti, ¿no? Nunca te has preocupado por mí. Egoísta hasta el final».
Abrió la aplicación bancaria en el teléfono de ella. Con unos pocos toques, vació su cuenta y transfirió hasta el último centavo a la suya.
«Por favor, no me hagas esto. ¿Cómo voy a vivir sin nada? ¡No puedo creer que me hagas esto! ¡Soy tu madre!». Ruby, desesperada y desconsolada, se abalanzó sobre él para arrebatarle el teléfono.
«¡Apártate de mi camino!», espetó Mack, dándole una patada.
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