La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1336
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Capítulo 1336:
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Isabella se echó hacia atrás. «Hablaré con ella».
«Isabella, eres mi hija. No me abandones en este lugar. Acogeme, no puedo seguir con tu madre. Ha agotado mis ahorros y ha firmado la casa a su nombre. Ayúdame a recuperar todo y, cuando yo falte, todo será tuyo…».
Alec murmuró con voz entrecortada, entre sollozos. Seguía repitiéndose, pero Isabella no conseguía entender lo que quería decir, por mucho que lo intentara. Isabella se inclinó hacia él, frunció el ceño y se esforzó por captar sus palabras. «No entiendo lo que dices».
La frustración de Alec aumentó. Aunque su cuerpo no respondía, su mente seguía lúcida. Era dolorosamente consciente de que no tenía forma de salir, ningún medio para buscar ayuda y ninguna posibilidad de denunciar la crueldad de Ruby. Su única esperanza residía en las escasas visitas de otras personas.
Hoy había venido Isabella, y él se aferró a la posibilidad de persuadirla para que actuara, para cambiar de alguna manera su situación. Si ella se compadecía, tal vez accedería a dejarlo mudarse con ella, y sus días podrían finalmente mejorar.
Se esforzó por articular las palabras con claridad. En su mente, todo era preciso, pero para los demás resultaba confuso e incomprensible. No dejaba de repetirse, pero Isabella seguía sin entenderlo. Ruby, en cambio, lo entendía. Ya había anticipado las quejas de Alec y había intentado impedir que Isabella entrara en su habitación.
Temía que, una vez que Isabella viera el estado actual de Alec, perdiera los estribos, se enfadara y la culpara por no tratarlo bien.
Ruby estudió nerviosamente el rostro de Isabella, preparándose para recibir palabras duras, pero estas no llegaron. Se fijó en la expresión de Isabella: el disgusto se reflejaba en sus rasgos, y no había ira ni simpatía por Alec. Cuando Alec extendió la mano hacia ella, Isabella incluso se apartó.
Solo entonces Ruby sintió que la tensión se aliviaba en su pecho. Golpeó la mano de Alec con una percha. «¡Quita la mano!».
«¡Me está pegando otra vez! Isabella, mira…». Alec levantó un dedo tembloroso hacia Ruby y volvió a gritar: «Isabella…».
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Sus lágrimas transmitían un profundo resentimiento. Isabella lo miró con expresión distante, sacó su teléfono, le hizo varias fotos y se las envió a Brenna.
Recordó cómo Ruby había hablado innumerables veces sobre los malos tratos de Alec hacia Brenna cuando era niña, y sobre su propia crueldad hacia Brenna. En aquel entonces,
Isabella había sentido lástima por Brenna, pero Ruby había relatado esos recuerdos con facilidad, sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento, e incluso afirmando que no había ido lo suficientemente lejos. Ahora, Isabella se preguntaba si Brenna se sentiría satisfecha al ver a Alec reducido a su estado actual.
«Deja de gritar», le dijo Isabella a Alec, reenviando las fotos antes de guardar el teléfono en su bolso con irritación.
Al principio, Alec había creído que Isabella estaba tomando las fotos para desenmascarar a Ruby, pero pronto quedó claro que esa no era su intención.
—Isabella, no olvides que soy tu padre. No deberías tratarme así. Sácame de aquí, déjame vivir contigo y te dejaré la casa. Ayúdame a demandar a tu madre…
Isabella agitó la mano delante de su nariz. «Aquí apesta. Me voy». Se dio la vuelta sin dudarlo.
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