La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1167
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Capítulo 1167:
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A Mack se le escapó una risa nerviosa. «Eso no es cierto. Nunca te he pegado. Siempre te he cuidado. Cuando tenías hambre, te daba comida a escondidas». No quería admitir que la había pegado antes. Sabía que confesarlo arruinaría cualquier posibilidad de que lo contrataran.
Le resultaba imposible entender por qué Isabella había conseguido un trabajo que pagaba treinta mil al mes, mientras que a él ni siquiera le habían ofrecido una entrevista. El sarcasmo en la voz de Brenna no dejaba lugar a dudas: no tenía intención de darle el trabajo.
Se puso nervioso.
«Brenna, olvidemos lo que pasó en el pasado. Te juro que a partir de ahora te trataré bien». Mack se arrodilló y suplicó: «Por favor. Solo necesito un trabajo. Pégame si quieres; grítame si tienes que hacerlo. No me defenderé». Odiaba suplicar, pero después de…
Tras pasar semanas yendo de una empresa a otra y siendo rechazado para todos los puestos, Mack se había quedado sin opciones.
Brenna era su única esperanza.
«Realmente no recuerdas bien las cosas», dijo Brenna mientras se enderezaba y se acercaba, mirándolo desde arriba. «¿Así que ahora estás de rodillas? Esperaba que lo pidieras como un hombre adulto. No puedo contratar a alguien que se comporta así». Con frialdad, Brenna añadió: «Vete».
Al instante, Mack entró en pánico y comenzó a golpearse la cara. «No soy más que basura. Menos que una persona. Eres una persona amable, Brenna. Por favor, no me guardes rencor. Castígame como quieras».
Cada insulto iba seguido de una bofetada, cada una más violenta que la anterior.
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Con las mejillas ardiendo y desesperado, le agarró la muñeca y le suplicó: «Pégame todo lo que quieras. Solo dame un trabajo y aguantaré todo lo que me eches. Por favor…».
Brenna soltó su mano y arqueó una ceja. «¿Entonces puedo pegarte como quiera?».
«Sí. Si te hace sentir mejor, no protestaré», respondió Mack, convencido de que ella no le haría daño. Recordaba todos esos años en los que Brenna se había quedado callada y nunca había respondido en la familia Barrett, por lo que dudaba que fuera capaz de hacerle daño.
Sin decir nada más, Brenna cruzó la habitación, sacó un cable de carga de su bolso, tiró suavemente de él y se rió entre dientes. «Entonces no me voy a contener».
Mack se puso rígido. Lo decía en serio. La idea de que ese cable le azotara la piel le aterrorizaba.
Con un movimiento experto, le golpeó en la mejilla con el cable, dejándole una marca roja brillante.
Mack gritó: «¡Me duele! Me has pegado de verdad, Brenna…».
Automáticamente, levantó la mano para bloquear su ataque, pero el cable le golpeó en la mano.
«¡Ay!
Sé que me equivoqué antes, Brenna. Perdóname, por favor…». Mack decidió que merecía la pena recibir una paliza si eso le conseguía el trabajo. En su mente, siempre podría vengarse de ella en el futuro.
Brenna no cedió y cada golpe del cable era más fuerte que el anterior. Al final, la camisa de Mack quedó hecha jirones.
Ni en sus sueños más locos había imaginado Mack que Brenna tuviera tanta fuerza para golpearlo así, dejándolo retorciéndose en el suelo.
Lorna se agachó junto a la puerta, esforzándose por escuchar cada palabra del caos que se vivía dentro de la oficina del director general, lista para entrar si Brenna le daba la señal.
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