La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1153
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Capítulo 1153:
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—Tómalo. Preséntate mañana en la empresa. Haré que Recursos Humanos se encargue de tu papeleo —dijo Brenna, sin dejar traslucir emoción alguna en su rostro. Luego se levantó y se marchó con Ellie.
Isabella contó rápidamente los billetes. Solo eran 17 000 dólares.
—Qué tacaña —murmuró entre dientes, pero aun así guardó el dinero en su bolso.
Brenna no se fue directamente a casa. En lugar de eso, se quedó más rato de compras con Ellie. Eligió ropa y algunas joyas a juego, además de unos bolsos de última moda.
Cuando por fin regresó a casa, ya eran más de las diez.
Ernst acababa de llegar y estaba cenando en el comedor.
Llamó a Brenna: —¿Te apetece acompañarme?
Brenna le pasó las bolsas de la compra a Julia. —Hay ropa de hombre ahí dentro. Sepárala. Es para Ethan. Julia asintió respetuosamente.
Brenna sacó dos pequeños objetos de entre las bolsas y se acercó a Ernst. Luego, los dejó en la silla junto a él. Dentro había dos corbatas de hombre.
—Ya he comido. Come tú. —Se sentó y dijo—: Has llegado tarde. Y no has cenado antes de volver a casa.
Ernst sonrió levemente. —No he salido a socializar. Hoy hemos tenido una conferencia multinacional en la empresa. Por cierto, Mack se ha presentado en el Grupo Harper buscando trabajo. El director de Recursos Humanos me ha pedido mi opinión y le he dicho que no.
Brenna arqueó una ceja, con evidente sorpresa y disgusto. —Sabe que no lo soporto y aún así ha intentado conseguir trabajo en el Grupo Harper. Cuando éramos niños, me pegaba todo el tiempo; era incluso peor que Alec.
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Ernst frunció el ceño mientras observaba a Brenna durante un momento. Era impresionante, con una figura que hacía girar las cabezas. Y no era la hermana real de Mack. Conociendo el carácter de Mack, no era descabellado pensar que probablemente había intentado acosar a Brenna antes.
De lo contrario, ¿por qué Brenna odiaría tanto a Mack?
El rostro de Ernst se volvió notablemente más frío al pensar en ello.
—Entonces hablaré con algunos de mis contactos. Me aseguraré de que le cueste encontrar trabajo —dijo.
—De acuerdo. Te lo dejo a ti, Ernst —respondió Brenna.
Hacia las ocho de la mañana, Isabella llegó a la sede del Grupo Mitchell. Llevaba un traje blanco impecable y un elegante bolso negro.
El vestíbulo estaba lleno de gente en busca de empleo. Todos parecían ansiosos y bien arreglados, con sus currículos en la mano, esperando en silencio el ascensor. Al observarlos, sintió una inesperada oleada de alegría.
Si no fuera por la ayuda de Brenna, sus credenciales nunca habrían sido suficientes para solicitar un trabajo allí.
Cerca de allí, vio a un joven que parecía tener unos veinticinco años. Estaba estudiando su currículum con atención. Por lo que pudo ver, tenía un máster de una universidad de renombre mundial. Sin embargo, incluso él había venido a probar suerte en la empresa de Brenna.
—¿Isabella? —Alec estaba allí, con su uniforme de seguridad, patrullando la zona cuando la vio. Su rostro se ensombreció; lo único que quería era echarla.
—Papá —la saludó Isabella con cautelosa cortesía, recordando la tarea que le había encomendado Brenna—. He venido para una entrevista.
Dejó claro por qué había venido, con la esperanza de que eso aliviará su descontento. Aun así, no podía entender cómo había aceptado una caída tan drástica. Hacía solo un año, era el director ejecutivo del Grupo Barrett. Ahora, trabajaba como simple guardia de seguridad.
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