La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 104
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Capítulo 104:
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Las palabras de Giselle habían sido crueles. Rosie no lo admitiría en voz alta, pero le dolieron más de lo que esperaba.
No podía dejarlo pasar. Si perdía el derecho a llamarlos mamá y papá y, lo que era peor, perdía sus acciones en Harper Group, todo su futuro se iría al traste.
Aunque Giselle estuviera decepcionada con ella, tenía que arreglar las cosas. No importaba lo desvergonzada que tuviera que ser para hacerlo.
Se quedó en la puerta lo que le pareció una eternidad, reuniendo el valor para salir de su habitación e ir a pedirle perdón a Giselle. En su mente, reprodujo todos los escenarios posibles, la mayoría de ellos con Giselle echándola sin pensarlo dos veces.
Respiró profundamente y, finalmente, giró el pomo, salió al pasillo y se dirigió a la habitación de Giselle. No estaba segura de si aquellas duras palabras las había dicho Giselle en un arranque de ira o si realmente las pensaba. Si se disculpaba ahora, ¿la perdonaría? ¿O solo conseguiría humillarse aún más?
La duda la carcomía, pero siguió caminando.
—Rosie. —En ese momento, una voz resonó a sus espaldas.
Rosie se volvió y vio a Ernst de pie en las escaleras, ahora vestido con ropa informal, mirándola.
Por un breve instante, Rosie se sintió como una niña pillada haciendo travesuras. La inquietud se reflejó en su rostro. Tras un momento de silencio, admitió: —Ernst, antes metí la pata. Dije algo que molestó a mamá y ahora… no sé si ella y papá me perdonarán.
Rara vez expresaba sus miedos, pero con Ernst era diferente. Él siempre había estado de su lado. Tras una pausa, añadió: «Parecían muy enfadados antes».
«Mamá y papá no estarán enfadados contigo para siempre. Iré contigo». Ernst bajó las escaleras y llamó a la puerta del dormitorio. También tenía algunas cosas que decirles a Giselle y Shepard.
Un momento después, la puerta se abrió.
Giselle estaba allí, con el rostro aún tenso por la ira. Cuando los vio allí de pie, su expresión no se suavizó. —¿Qué hacéis aquí? —preguntó con frialdad.
Ernst miró dentro. Su padre estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico. No levantó la vista hacia la puerta. Estaba claro que seguía enfadado.
—Mamá, papá, tenemos algo que deciros —dijo Ernst con firmeza.
Giselle dudó un momento, luego se hizo a un lado y los dejó entrar. Se sentó junto a su marido y dijo con voz fría: —Di lo que tengas que decir.
Rosie podía sentir la tensión en la habitación. ¿Giselle y Shepard habían estado discutiendo antes de que ella llegara?
Tragó saliva y se obligó a hablar. —Mamá, papá, me equivoqué antes.
Giselle la miró con ira y espetó: —No eres nuestra hija. No tienes por qué disculparte.
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