La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 1004
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Capítulo 1004:
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Arrebatándole la servilleta, Elsa se limpió con desdén. «No te molestes, yo me encargo. Si hubiera sabido que ya estabas casada, nunca te habría invitado a comer».
Una mujer casada no era adecuada para su hijo, por muy rica que fuera. La vergüenza tiñó de rojo las mejillas de Gracie. Lanzó una mirada furiosa a Brenna antes de marcharse.
Solo entonces Elsa fijó su gélida mirada en Brenna, claramente dispuesta a descargar su ira. —No me extraña que mi hijo rompiera contigo. Mírate: sin modales, sin autocontrol y con el descaro de ofender a tus mayores. ¿Sabes siquiera cuánto me ha costado este vestido?
Brenna ni se inmutó. —Tu vestido de diseñador no significa nada para mí. Cuando salía con tu hijo, aguantaba tu actitud porque eras su madre. Ahora he roto con tu hijo y no te debo nada. Sigues tratándome como basura. ¿Por qué debería tolerarlo?
Miró fijamente a Elsa, sin pestañear. «La próxima vez que te cruces en mi camino, te sugiero que cuides tu comportamiento o te arrepentirás. Hoy lo dejaré pasar porque eres la madre de mi exnovio. Deberías irte».
El pecho de Elsa subía y bajaba con furia, su respiración se volvió superficial y las sienes le latían con fuerza. No podía articular palabra; la ira la había dejado sin habla.
Al percibir la angustia de Elsa, Brenna arqueó una ceja y le respondió con tono gélido: —No irás a fingir que te encuentras mal otra vez, ¿verdad? Tu hijo me ha dicho que utilizas mucho ese truco. Supongo que es tu táctica favorita.
El gerente del restaurante, que había observado cómo aumentaba la tensión, decidió intervenir en ese momento. Volviéndose hacia Brenna, le dijo: —Señorita, esta señora no parece encontrarse bien. Quizá debería dejar de provocarla. Si le pasa algo, tendrá que acompañarla al hospital y pagar su revisión médica.
Brenna solo necesitó un momento para darse cuenta de que no quería más dramas. No era por el dinero, simplemente no quería seguir enredada con Elsa y Ethan. Asintió con la cabeza y se quedó en silencio.
El gerente aconsejó a Elsa: «Se le ha manchado la ropa; puede dejar que esta joven se la lleve a la tintorería. No tiene por qué enfadarse tanto. Solo le hará daño».
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Elsa sintió que el gerente estaba claramente del lado de Brenna, lo que la enfureció aún más.
Alzando la voz, Elsa espetó: «¿Y si me niego a resolver esto en paz? ¡Este abrigo me costó veinte mil dólares y la bufanda que ha estropeado casi treinta! Me debe el dinero de ambas cosas. Me ha salpicado la cara con zumo y me ha avergonzado delante de todo el mundo. ¡Quiero cien millones de dólares por daños morales!».
«¿De verdad el negocio de Ethan va tan mal que ahora tienes que chantajearme para conseguir dinero? Pues no vas a ver ni un centavo. Si tienes algún problema, llama a la policía». Brenna se mantuvo firme, sabiendo que Elsa no dejaría pasar el asunto aunque le pagara.
Las fosas nasales de Elsa se dilataron. —Tú lo has dicho. ¡Voy a llamar a la policía ahora mismo! —Agarró el teléfono y marcó el número de la policía en un arranque de indignación.
Sin inmutarse, Brenna la ignoró y volvió a centrarse en su comida con Ellie y Patrick.
Una mirada curiosa se dibujó en el rostro de Patrick. «Brenna, ¿y si viene la policía? ¿Qué vas a hacer?».
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