La exesposa muda del multimillonario - Capítulo 1463
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Capítulo 1463:
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La sonrisa de Lisa vaciló, pero se recuperó rápidamente y sus labios se curvaron en un puchero teatral. «Jake, no seas así. ¿Tienes miedo de que se entere tu mujer?». Su tono se suavizó, volviéndose almibarado, mientras se acercaba de nuevo. «Tranquilo, no causaré problemas. Te lo prometo».
Jake finalmente la miró. «¿De verdad tengo que explicártelo?». Su voz era grave y deliberada. «Te desprecio. Verte me pone enfermo. Sólo hay una mujer a la que quiero en este mundo: mi esposa. Y aunque ella no existiera, aunque todas las mujeres de este planeta desaparecieran y tú fueras la última que quedara, preferiría pudrirme solo antes que mirarte».
Esta vez, Lisa se derrumbó. Siempre había creído en el poder de su belleza. Estaba acostumbrada a que los hombres se doblegaran, si no al principio, al final, porque, en su opinión, la persistencia, unida a la belleza, siempre daba resultado. Jake podría haberse resistido a sus insinuaciones, pero estaba segura de que acabaría cediendo. Todos los hombres lo hacían. Claro, su acercamiento había sido un poco agresivo, pero…
¿Qué? Era una mujer. Así era como se jugaba. Nunca, ni en sus peores pesadillas, había imaginado que Jake aplastaría su dignidad bajo sus pies sin pensárselo dos veces.
Su cuerpo se puso rígido, temblando con una furia apenas contenida. «¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?», escupió, con veneno en cada palabra. «Intentaba ser amable contigo, pero no me has dejado otra opción». Dio un paso adelante, levantando la barbilla con suficiencia, la arrogancia volviendo con toda su fuerza. «Si no te disculpas por lo que has dicho hoy, me aseguraré de que tu empresa no vuelva a operar en esta ciudad. ¿De verdad quieres enfrentarte a mí?».
Ahí estaba la baza que Lisa siempre jugaba cuando le fallaba el encanto. La influencia de su familia era absoluta. Ya había aplastado a mucha gente bajo su peso y no tenía motivos para creer que Jake fuera a ser diferente. Por muy testarudo que fuera, no podría enfrentarse al poder de su familia.
Lisa esperó, con la anticipación curvándose en los bordes de sus labios. Jake se disculparía. Tenía que hacerlo.
En su lugar, una mano firme la agarró del brazo. Antes de que pudiera comprender lo que ocurría, los guardaespaldas la empujaron hacia atrás con una fuerza que la hizo tambalearse.
Lisa soltó un grito ahogado. Su estilete la traicionó y, con un fuerte crujido contra el suelo de mármol, se desplomó con fuerza. Su falda, ya peligrosamente corta, se había subido con la caída, dejándola casi completamente al descubierto.
Un grito mortificado burbujeó en su garganta, pero antes de que pudiera recuperarse, los guardaespaldas la arrastraron por el suelo sin vacilar, sin piedad.
La cara de Lisa ardía, cambiando entre tonos verdes y rojos, una tormenta caótica de rabia, humillación e incredulidad. Se agitó contra el agarre de los guardias, con la voz chillona por la furia. «¡Soltadme! ¿Sabéis siquiera quién soy, idiotas?».
Para entonces, una multitud se había congregado frente al edificio del Grupo Reeves, atraída por la conmoción. Algunos la reconocieron al instante: la siempre arrogante e intocable Lisa. Hoy no era más que un espectáculo. Se habían formado las primeras grietas en su imagen perfecta, y los buitres no perdieron el tiempo.
Los teléfonos se alzaron, las cámaras parpadearon, los dedos volaron por las pantallas mientras los vídeos de la caída de Lisa se cargaban en tiempo real.
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