La exesposa muda del multimillonario - Capítulo 1441
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Capítulo 1441:
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Una punzada de compasión parpadeó en el pecho de Caitlin. Puede que Clayton fuera de otro mundo, pero en este parecía tan atrapado como ella.
Beth, por su parte, confundió el silencio de Caitlin con algo totalmente distinto. Lo vio como una prueba de celos, una derrota silenciosa frente a su supuesta victoria. Sonriendo, no pudo resistirse a burlarse. «¿Ves? Lo que no está destinado a ser tuyo nunca lo será. Por mucho que anheles a Clayton, tú y él vivís en mundos completamente distintos, mundos que nunca chocarán».
Caitlin, agotada por las constantes acusaciones, apenas tenía fuerzas para responder. «Ya se lo he dicho antes: no hay nada entre el señor Morgan y yo. Se equivoca».
Beth soltó una carcajada aguda y burlona. «Ahórrate la actuación. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero nunca te creeré. Si de verdad eres tan indiferente como dices, ¿por qué te aferras a este lugar? ¿Por qué eliges permanecer bajo mi talón en lugar de alejarte?».
Caitlin guardó silencio. Al final, lo que dijera no importaba. Beth ya había decidido lo que quería creer, y nada -ni la verdad, ni el razonamiento- podría cambiarlo.
Resignada, Caitlin suspiró. «Cree lo que quieras».
La sonrisa de Beth vaciló. Había esperado una reacción -enfado, negación, cualquier cosa-, pero la indiferencia de Caitlin le pareció como si hubiera lanzado un puñetazo y no hubiera dado más que al aire. La frustración le hervía bajo la piel y su irritación se convertía en algo más agudo, algo cruel. Sus ojos se entrecerraron, brillando con indisimulada malicia. «Si realmente Clayton no te importa, si insistes en que no hay nada entre tú y él, pongámoslo a prueba».
Una sensación de inquietud se apoderó de Caitlin al percibir el brillo peligroso en la mirada de Beth. «¿Qué te traes entre manos?», preguntó con tono suspicaz.
Beth no se molestó en contestar. En lugar de eso, condujo a Caitlin al restaurante donde tenía previsto cenar con Clayton. Cuando entraron en el restaurante, Caitlin ya sabía que no le iba a gustar nada de lo que iba a suceder a continuación.
Beth se inclinó hacia ella, con voz apenas por encima de un susurro pero cargada de inconfundible autoridad. «Escucha con atención. Elige bien tus palabras. Si Clayton pregunta, dile que me has seguido hasta aquí por tu propia voluntad e incluso que me has suplicado este trabajo».
Caitlin parpadeó, momentáneamente desconcertada por la audacia de la exigencia. «Eso es ridículo», murmuró. «Aunque lo dijera, el señor Morgan podría no creerme».
La mirada de Beth se clavó en Caitlin, aguda e implacable. «¿Ah, sí? ¿Y eso por qué? ¿Intentas decir que Clayton y tú sois íntimos? ¿Que te conoce tan bien que podría deducir la verdad de tus palabras? ¿Es sólo tu forma de alardear de ello?».
Caitlin separó los labios para negarlo, para insistir en que Beth estaba equivocada. Pero luego dudó. ¿Qué sentido tenía? Nada iba a impedir que Beth la humillara delante de Clayton. Puesto que resistirse era inútil, pensó que conformarse era el camino más fácil. Si mantener contenta a Beth significaba que la liberarían antes de aquel calvario, que así fuera. Con tranquila resignación, Caitlin comentó: «Por favor, no te enfades. Haré lo que me digas».
Beth resopló, satisfecha de su sumisión.
Cuando llegaron al comedor privado, Beth rebosaba confianza. Su última cena con Clayton no había salido como ella esperaba, pero esta vez las cosas serían diferentes. Estaba decidida a reconquistar a Clayton y a saber exactamente cuál era la posición de Caitlin a sus ojos. Cuando entraron, la mirada de Clayton se desvió hacia Caitlin. Su expresión seguía siendo ilegible, pero había un cambio, por leve que fuera. Un reconocimiento silencioso, como si hubiera esperado la presencia de Caitlin.
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