La dulce venganza de la heredera millonaria - Capítulo 1786
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Capítulo 1786:
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—Adelante, pero sal si te cansas —dijo Skyla, comprendiendo la determinación de su hija. Le dio una palmadita suave en la cabeza, ofreciéndole su apoyo en silencio.
—Está bien —asintió Harlee, se puso una bata estéril y siguió al médico a la unidad de cuidados intensivos.
Al ver a Rhys rodeado de equipos médicos y más pálido que nunca, a Harlee se le encogió el corazón.
Tenía peor aspecto que unos días antes. Se sentó, agarrándose con fuerza la bata, cerró los ojos y rezó en silencio por su recuperación, por fuerzas para soportar todo aquello.
Unos instantes después, tomó con delicadeza la mano de Rhys y apoyó la mejilla contra ella.
«Qué fría».
Su mano estaba helada, y su tacto gélido le recordó brutalmente lo frágil que podía ser la vida.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Harlee mientras apretaba la mano de Rhys, tratando de transmitirle su calor.
—Rhys, prometiste que nos protegerías a Fel y a mí. No puedes romper esa promesa. Tienes que aguantar. Felix necesita a su padre para verlo crecer, y yo no puedo afrontar el futuro sin ti. Tienes que salir de esta.
El médico, que vigilaba atentamente las pantallas, notó una leve reacción.
«Señora Sanderson, parece que está respondiendo a su voz. Siga hablándole».
Una chispa de esperanza se encendió en los ojos de Harlee. Apretó la mano de Rhys con más fuerza y comenzó a hablar sin parar. Le habló de su futuro, le recordó viejos recuerdos y compartió los pensamientos y emociones que había enterrado durante los tres años que él había estado fuera, cosas que nunca se había atrevido a decir en voz alta. Todo salió a borbotones.
Mientras hablaba, el cansancio comenzó a apoderarse de ella. La tensión del último mes, lleno de preocupaciones y noches sin dormir, finalmente la estaba afectando. A través de su fatiga, apenas escuchó al médico mencionar que, aunque las constantes vitales de Rhys eran débiles, su voluntad de sobrevivir era fuerte. Aún así, seguía sin estar claro si se recuperaría.
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—Rhys, habrá un milagro… ¿verdad? —susurró Harlee, con una voz que era una frágil mezcla de esperanza y plegaria.
Tres días después, Rhys fue trasladado de la unidad de cuidados intensivos a una habitación normal del hospital, aunque seguía sin saberse cuándo recuperaría la conciencia. El hecho de que hubiera sobrevivido hasta entonces ya era un milagro.
Lonnie también mostraba signos de mejora y fue enviado a casa para continuar su recuperación. Solo Félix seguía luchando. El virus seguía devastando su pequeño cuerpo, haciéndole llorar inconsolablemente cada vez que se despertaba.
—Harlee, ¿por qué no traes a Félix a ver a Rhys? Quizás sus llantos estimulen el cerebro de Rhys y le ayuden a despertar —sugirió Skyla.
Harlee negó suavemente con la cabeza. —Félix todavía está muy débil. No me atrevo a llevarlo al hospital…». Su ansiedad se había intensificado últimamente, haciéndola extremadamente cautelosa con cada decisión, por pequeña que fuera.
En ese momento, Serena entró en la habitación. Tras escuchar la sugerencia de Skyla, se detuvo a considerarla antes de volverse hacia Harlee.
«Creo que la idea de tu madre tiene sentido. Quizá Felix pueda despertar al Sr. Green. El éxito de su operación ya fue un milagro».
«¿De verdad?». Harlee seguía dudando, su principal preocupación era el riesgo de que Félix contrajera una infección en el hospital.
Serena le tomó la mano con delicadeza. «Harlee, si estás preocupada, me quedaré con Félix todo el tiempo».
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