La dulce venganza de la heredera millonaria - Capítulo 1542
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1542:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«Los diez minutos casi han terminado», declaró Harlee con calma, mientras comprobaba su reloj satelital.
Al oír esto, los rostros de los tres hombres se tornaron pálidos, sus cuerpos se pusieron rígidos al darse cuenta de que estaban a punto de ser despedidos.
Los agentes, momentáneamente desconcertados por la firme postura de Harlee, se recuperaron rápidamente y se dirigieron a los tres hombres con tono severo.
«¿Seguirán ustedes por su cuenta o debemos obligarlos a moverse?». Desesperados, los tres hombres dirigieron sus suplicantes ojos a Thiago y Alina.
Thiago evitó por completo su mirada, mientras que Alina ya estaba instando a los agentes a acelerar el proceso.
«Queda un minuto», dijo Alina con suavidad.
En el instante siguiente, antes de que los tres hombres pudieran seguir suplicando, los agentes los sometieron con eficacia, los subieron a sus hombros y los llevaron hacia el helicóptero como si fueran meras mercancías.
Los treinta y siete reclutas restantes se quedaron en silencio, como estatuas, sin poder pronunciar palabra. No habían previsto que los tres serían enviados de vuelta a sus unidades originales sin posibilidad de defenderse. Esta rápida acción aplacó cualquier pensamiento de rebelión entre los demás soldados varones, que ahora dudaban en desafiar a Harlee.
Lionel observó a los soldados ahora sometidos, permaneciendo en silencio un momento antes de permitirse una leve sonrisa. Estaba seguro de que Harlee no los había llevado a este lugar remoto simplemente para hacerlos sufrir. Sin duda, ella tenía un plan bien pensado destinado a mejorar significativamente sus habilidades.
Aliviado al ver el final de las actitudes rebeldes, Lionel se sintió tranquilo. Ahora, podían concentrarse en el entrenamiento adecuado. Como era de esperar, Harlee siempre se las arreglaba para manejar todo con calma.
A la 1:10 p. m., Harlee revisó su reloj satelital y luego dirigió su atención a los reclutas. Su mirada, sin embargo, se desvió hacia el desierto cercano. Su voz, fría y firme, dijo: «Vamos. ¡El verdadero entrenamiento comienza!».
Esta vez, ninguno de los reclutas se atrevió a cuestionarla. Después de presenciar las consecuencias a las que se enfrentaron sus compañeros, se adhirieron estrictamente a las órdenes de Harlee, muy conscientes de que ser enviados de vuelta a sus unidades originales significaría el fin de sus aspiraciones militares.
Harlee condujo a la fila de reclutas hacia el vasto y desconocido desierto. Thiago y Alina cerraban la marcha, preparados para cualquier contingencia.
Al principio, los reclutas se movían con precisión y no sentían fatiga, incluso con su pesado equipo. Sin embargo, después de cuatro horas de marcha, el cansancio comenzó a hacer mella.
Los soldados varones que no habían comido al mediodía empezaron a sentir la tensión a las dos horas de marcha. Si no hubiera sido por el incidente anterior, podrían haber expresado su descontento.
Harlee, que marchaba al frente y protegida por una gorra de béisbol negra, parecía no verse afectada por la caminata. En marcado contraste con los desaliñados reclutas, parecía como si simplemente estuviera dando un paseo informal. Finalmente, justo cuando los reclutas se acercaban a su punto de ruptura, Harlee se detuvo y les permitió un descanso de diez minutos.
Todos se desplomaron al suelo aliviados. Algunos se quitaron el equipo y lo dejaron a un lado, mientras que otros se tumbaron directamente en la arena y cerraron los ojos, aislándose del mundo.
Thiago había mostrado antes a los reclutas algunas técnicas para encontrar agua. Gracias a esto, todos habían conseguido beber lo suficiente y rellenar sus cantimploras. Sin este conocimiento, algunos podrían haber sucumbido a la deshidratación.
Harlee observó a los reclutas, ahora visiblemente relajados, y una sutil sonrisa se dibujó en su rostro. Como era de esperar, eran fáciles de dirigir, siguiendo sus pasos planificados con precisión, lo que redujo considerablemente su carga de trabajo.
Satisfecha con esto, sintió una sensación de satisfacción.
.
.
.