La dulce venganza de la heredera millonaria - Capítulo 1134
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Capítulo 1134:
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El planteamiento de Harlee era sencillo. No entraría en combate a menos que la provocaran. Sin embargo, dado que Liliana había instigado este conflicto, Harlee tenía la intención de ajustar cuentas, y algo más.
Rhys permaneció en silencio, desconcertado por el enfoque de Harlee. En su opinión, la eliminación directa era la respuesta más sencilla a la aversión: ¿por qué entablar una batalla táctica interminable? Lo veía como una complicación innecesaria.
Desde la perspectiva de Rhys, Liliana ni siquiera era una rival digna de consideración.
Creía que se podía manejar con acciones directas y sencillas, y consideraba que las elaboradas estrategias de Harlee eran demasiado intrincadas para una adversaria tan trivial.
«Lo que te haga feliz», dijo finalmente Rhys, alborotando casualmente el cabello de Harlee antes de pasar junto a ella para tumbarse en el sofá.
Al verlo acomodarse con tanta facilidad, Harlee se rió suavemente. ¿El joven Rhys siempre cambiaba de humor tan rápido? Había estado pensando en formas de levantarle el ánimo, pero parecía que ya había superado su mal humor.
Una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
Cuando se dio la vuelta, un pensamiento caprichoso cruzó por su mente: sería entretenido hacer que un hombre tan fácil de manejar se volviera tímido.
Pero entonces, se quedó atónita por sus propios pensamientos, abriendo los ojos con asombro.
¿Cómo podía tener tales pensamientos sobre alguien con la mente de un niño de doce años?
Harlee negó con la cabeza, descartando la idea inapropiada, y volvió a centrar su atención en la escena exterior. Observó a Liliana saborear el protagonismo, deteniéndose con frecuencia a lo largo de la alfombra roja antes de llegar al final.
Harlee volvió a centrar su atención en su portátil, preparándose para violar el sistema de seguridad del Grand Oak.
Rhys, aparentemente absorto en su videojuego en el sofá, observaba a Harlee en secreto. Al verla frente al ordenador, estiró el cuello para verla mejor, y su reacción fue aguda cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
«¿Sabes hackear?», preguntó, claramente sorprendido.
«Sí», respondió Harlee con indiferencia, mientras volvía a prestar atención a la pantalla.
Los dedos de Harlee volaron sobre el teclado y, en un abrir y cerrar de ojos, la pantalla se quedó en negro. Segundos después, las imágenes de vigilancia del hotel llenaron su monitor.
La expresión de Rhys se tensó, sus manos se cerraron en puños.
Maldita sea.
No había tenido en cuenta que ella sabía piratear. Si no se hubiera topado hoy con esta revelación, ella podría haber seguido fácilmente sus movimientos en cuanto él empezara con sus propios planes.
Harlee, ajena al estado de inquietud de Rhys, estaba absorta en los datos de vigilancia, observando cómo se desarrollaba la subasta benéfica.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al ver que sus planes se desarrollaban a la perfección.
«Es hora de atraerlos», murmuró, lista para hacer su movimiento.
En ese momento, la Subasta Benéfica Internacional estaba mostrando su octavo artículo.
Salió una mujer alta y elegante, presentando la pieza, seguida de cerca por un anciano caballero con cabello canoso: Musa Brown. Musa, una distinguida autoridad en artesanía tradicional, dio una convincente descripción general del artículo, enfatizando su excepcional valor como objeto de colección.
El público vibraba de expectación.
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