La dulce venganza de la heredera millonaria - Capítulo 1105
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Capítulo 1105:
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Atrapado en su confusión, Rhys apenas se dio cuenta del claxon.
Tropezó cuando un coche negro pasó a toda velocidad, salpicándolo de agua fangosa.
Detrás venían varios vehículos más: primero un coche blanco, luego uno amarillo y otro negro.
Todos pasaron rápidamente, dejando a Rhys varado en medio de la carretera. Los cláxones sonaban como si lo estuvieran atravesando.
Intentando recuperar algo de control, Rhys corrió hacia una gran roca junto a la carretera y se acurrucó contra ella, buscando refugio. La roca ofrecía poca protección, apenas cabía su cuerpo adulto.
Frustrado, Rhys se golpeó la cabeza contra la piedra.
Su mentalidad de niño de diez años le había llevado a subestimar la situación.
Se arrepentía de haber abandonado el único lugar que conocía sin un plan sólido.
Debería haber pensado primero en sus acciones.
Abrumado por la autocrítica, Rhys se mordió el labio con fuerza, como si tratara de sacar fuerzas de su propia determinación.
En ese momento, unos pasos se acercaron chapoteando por los charcos. La lluvia sobre Rhys disminuyó de intensidad, reemplazada por el suave sonido de las gotas de lluvia golpeando contra un paraguas.
A pesar de ello, Rhys mantuvo obstinadamente la mirada baja.
No podía soportar la idea de ser visto en un estado tan desolador.
Al darse cuenta de su reticencia, Harlee se agachó a su lado y le dedicó una sonrisa amable.
—Rhys, he venido a llevarte a casa —dijo en voz baja.
Rhys levantó la cabeza con incredulidad y, en ese momento, el único sonido que le llegó fue la tierna voz de Harlee.
Harlee sacó un pañuelo de su bolsillo, se arrodilló y, con una sonrisa amable, le secó la lluvia de la cara.
—Vamos a casa —dijo suavemente.
Ante esto, Rhys permaneció rígido, agachado donde estaba, con la mirada fija en Harlee.
Su tacto era reconfortante, suave y cariñoso, muy parecido a su madre cuidando de su padre.
—Harlee… —murmuró Rhys, con voz rígida.
La postura de Harlee se tensó ligeramente, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero sonrió cálidamente.
—¿Qué pasa?
Su voz y sus movimientos tranquilos despertaron en Rhys un deseo inexplicable de acercarse.
Pero él no era ingenuo.
Sabía que ella no lo estaba viendo a él, sino al Rhys de treinta y tres años.
—¿Me empujaste a salir antes a propósito? —preguntó, acentuando cada palabra, con su mirada aguda llena de hostilidad.
Después de escapar de esos ojos vigilantes, Rhys había acudido a Christopher y había utilizado métodos poco ortodoxos para descubrir los acontecimientos recientes.
Había sido envenenado y hoy era el segundo día después de tomar el antídoto. Al principio, había perdido todos los recuerdos después de ser desintoxicado. Al darse cuenta de esto, llegó a la conclusión de que el problema anterior probablemente se debía a las acciones de Harlee.
Su objetivo era obligarlo a recuperar más recuerdos de sus vagabundeos.
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