La dulce venganza de la heredera millonaria - Capítulo 1035
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1035:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«¿Qué ha pasado con los demás?».
«Tranquilo. Se están recuperando en habitaciones cercanas. No ha habido que lamentar víctimas, aparte del traidor que puso las bombas», respondió Rhys con una calma impasible.
Sinceramente, Ritchie estaba ahora confinado a una silla de ruedas, Bart no respondía y a los demás les fue mejor, con las fracturas como peor resultado.
Harlee seguía en estado crítico y Rhys aún no se había atrevido a contarle toda la verdad.
Cuando Harlee se enteró de que los demás estaban vivos, exhaló profundamente y un destello de alivio cruzó su rostro.
«¿Han encontrado al traidor?».
Harlee había pasado cinco días en cuidados intensivos y otros dos recuperándose en una habitación estándar. Aunque estaba débil, su actitud tranquila y su tono despreocupado hacían que pareciera que preguntaba por el tiempo.
«Sí, formaban parte del primer grupo enviado a la base de Matteo como agentes encubiertos», respondió Rhys, con voz gélida al mencionarlos. Si esos traidores no hubieran colocado la bomba y conspirado con los hombres de Matteo, Harlee y su grupo podrían haber resistido hasta que él llegara con refuerzos.
A Harlee no le habrían disparado, Ritchie no habría perdido movilidad, Bart no habría sucumbido a un estado vegetativo y el resto habría escapado con heridas leves.
Aún débil, Harlee no se dio cuenta de la creciente frustración de Rhys. Susurró, con la voz temblorosa: «Rhys… Gracias por salvarme».
«¿Agradecérmelo? ¡Pensaba que estabas convencida de que podías enfrentarte a cien personas tú sola!». Su gratitud pareció tocarle la fibra sensible, ya que Rhys, sentado cerca, le lanzó una mirada aguda. El sarcasmo rezumaba de su tono, enmascarando la preocupación que había debajo. Solo Dios sabía cuánto le había dolido verla arriesgarse imprudentemente, con los puños contra las balas, sin importarle su vida.
Harlee, sintiendo el peso de sus palabras, cerró los ojos en un remordimiento silencioso.
Bien, déjale despotricar, su silencio era una especie de tregua.
«¿Te das cuenta de lo sombrío que fue entonces…?», farfulló Rhys, pero Harlee solo captó un detalle.
¿Una semana? ¿Había estado inconsciente durante una semana entera? Su mente confusa se agudizó de repente y su mirada se desplazó por la habitación desconocida.
«¿Dónde… dónde estamos?». Rhys, al darse cuenta de que ella no había estado prestando atención, frunció el ceño con irritación. ¿Por qué siempre era así? Exhalando, se frotó la sien y finalmente murmuró: «Estamos de vuelta en casa. Sé que odias quedarte en el extranjero, así que una vez que saliste de la UCI, hice que Tonya se encargara de tu traslado».
¿Tonya? ¿Cómo sabía Rhys de las habilidades médicas de Tonya? El pálido rostro de Harlee se volvió decidido mientras luchaba por enderezarse. Aunque el esfuerzo hizo que el dolor se irradiara por todo su cuerpo, se negó a gritar.
Rhys extendió la mano para sujetarla, pero ella se movió demasiado rápido, dejando su mano suspendida en el aire.
Aunque su tez y sus labios se volvieron cenicientos por la agonía, se negó a emitir sonido alguno. Apretó la mandíbula para soportar el dolor y solo habló cuando el frío del sudor empapó su espalda.
Su voz era tensa.
«¿Cómo te diste cuenta de que Tonya sabe de medicina?».
Rhys mencionó la vez que recibió una bala por Harlee. Aunque estaba inconsciente, su mente se mantuvo lo suficientemente lúcida como para escuchar su conversación con Tonya, donde se enteró de la experiencia oculta de Tonya.
.
.
.