Gemelos de la Traicion - Capítulo 49
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Capítulo 49:
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Miré mi teléfono repetidamente, deseando que se iluminara con una llamada o un mensaje de Dominic diciendo que había llegado. La espera me carcomía, cada segundo se alargaba insoportablemente. Y entonces, como si el universo hubiera decidido burlarse de mí, mi teléfono sonó.
Lo cogí sin mirar quién era, dando por hecho que era Dominic.
—¿Dónde estás? —pregunté con voz aguda y frustrada.
—No soy Dominic —respondió una voz desconocida.
Se me hizo un nudo en el estómago y apreté el teléfono con más fuerza. —¿Quién eres? —pregunté, aunque ya tenía un mal presentimiento.
«Vanessa», dijo con tono presumido.
Su nombre era como veneno, su voz me recordaba cada traición y cada plan que había urdido. Cerré el puño libre a mi lado. «¿Qué quieres?», espeté con voz fría y cortante.
«Tengo la tarjeta SD de tu teléfono», dijo con naturalidad, como si estuviera hablando del tiempo. «Si la quieres de vuelta, reúnete conmigo en una hora. Te enviaré la dirección por mensaje».
El suelo pareció moverse bajo mis pies. Se me cortó la respiración y el pánico se apoderó de mí.
¿Cómo sabía lo del vídeo?
«¿Qué…?», empecé a decir, pero ella me interrumpió.
«No me hagas esperar», añadió con una risa maliciosa, y luego colgó.
Casi inmediatamente recibí una notificación de mensaje. Miré la pantalla, con la mente a mil por hora. El mensaje era breve y conciso, solo contenía una dirección.
Me temblaban las manos mientras bajaba el teléfono. La implicación de Vanessa lo cambiaba todo. Ese vídeo era mi única arma, mi as en la manga, y ahora estaba en sus manos. No tenía ni idea de cómo lo había conseguido, pero no había tiempo para pensar en los detalles.
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El gemido de dolor de Faith me devolvió al presente. Le apreté la mano y mi determinación se endureció. Por ahora, ella era mi prioridad. No podía dejar que Vanessa me desviara de mi objetivo, no cuando Faith me necesitaba más que nunca.
Aun así, el mensaje seguía rondando en mi mente, un recordatorio inquietante de que mi lucha no había terminado, sino que solo acababa de empezar.
Mientras miraba el mensaje, Dominic entró corriendo, con la mirada recorriendo la habitación. —¿Dónde está Faith? —preguntó con voz preocupada.
—Está de parto —dije, guardando el teléfono en el bolsillo, y él se apresuró a entrar.
La presencia de Dominic tranquilizó a Faith y yo aproveché para recomponerme.
El mensaje de Vanessa me quemaba en la mente. No se trataba solo de la tarjeta. Se trataba del poder, el control y la red de mentiras que ella y Eliza habían tejido.
Por mucho que lo odiara, necesitaba esa tarjeta. Era la clave de todo: la verdad, el futuro de Liam y la revelación de Eliza como la impostora que era.
Pero una cosa estaba clara: no iba a dejar que Vanessa ganara.
RAINA
Me dije a mí misma que tenía una hora para resolver esto. Sesenta minutos para lidiar con el plan de Vanessa, recuperar la tarjeta SD y tal vez, solo tal vez, recuperar un poco de control sobre este desastre. La entrega de Faith lo había estropeado todo y mis nervios ya estaban a flor de piel. Pero no podía derrumbarme. No ahora. No con tanto en juego.
La sala de espera era un borrón de colores apagados y olores antisépticos. El zumbido de las luces fluorescentas me irritaba la ya de por sí agotada paciencia. Dominic, nervioso y agitado, iba de un lado a otro como un animal enjaulado. Se pasaba las manos por el pelo sin parar mientras murmuraba para sí mismo, casi como si estuviera ensayando lo que diría cuando por fin viera a Faith y al bebé. Su ansiedad llenaba el aire como estática, y yo apreté los puños para no gritarle que se sentara.
Ava, afortunadamente, no se daba cuenta de la tensión. Estaba sentada en un rincón con una enfermera amable que la había convencido de jugar con algunos juguetes del hospital. Sus suaves risitas eran lo único que impedía que el momento fuera completamente insoportable.
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