Gemelos de la Traicion - Capítulo 285
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 285:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Sus palabras me oprimían la garganta como grilletes con cada sílaba.
«Tienes que darle tiempo para que se aclare», continuó, con un tono más suave, pero no menos resuelto. «Además, él también tiene una familia».
Sus palabras me dolieron más de lo que jamás hubiera imaginado. Tiempo. Solo darle tiempo. Sabía que tenía razón. Podía sentir la ira ardiendo, envolviéndome, pero debajo de ella, un dolor entumecedor de comprensión. Podía entender por qué Alex estaba enfadado. No debería haber desaparecido sin hablar con él, sin decirle…
Lo que estaba haciendo, no podía quitarme de la cabeza la sensación de que lo necesitaba, de que debería estar conmigo en ese momento, hablándome, asegurándome que todo iría bien.
Quería acercarme a él, hacerle entender, pero ahí estaba: mi confusión y mi dolor, enredados en un nudo de silencio.
Pasaron dos semanas, luego un mes. Era intolerable. El tiempo se arrastraba, retorcido y distorsionado, de modo que todo lo que conocía había desaparecido. Cada día que pasaba era un siglo de palabras no dichas, preguntas sin escribir y sentimientos no expresados. La sensación de abandono, de estar aislada, me mataba más de lo que jamás hubiera creído posible.
No podía comer y estaba devastada. Todas las noches terminaba llorando desconsoladamente, con mis lágrimas como testigos impotentes de la angustia y la soledad que se habían convertido en mis compañeras constantes. No recibí respuesta a ninguno de los mensajes que le envié. Su silencio era un manto de oscuridad que profundizaba el vacío dentro de mí.
Una noche, me levanté, pero solo para beber un vaso de agua. Entré a trompicones en el salón y oí a Dom y Faith riéndose juntos. La cómoda familiaridad entre ellos contrastaba cruelmente con la confusión que dominaba mi corazón. Reflexioné sobre mí misma: al menos su relación ahora iba bien. Al menos habían encontrado algo de felicidad.
Empecé a alejarme, con la mente acelerada por el terror y el dolor, cuando el mundo empezó a dar vueltas a mi alrededor. Me mareé y no tuve tiempo de reaccionar antes de que la oscuridad me abrumara.
Cuando desperté, los vi a todos allí, también a Alex, con las manos aún entre las mías. Su sonrisa irritante y su rostro increíblemente cálido me golpearon como una ola. ¿Cómo era capaz de sonreír con tanta calidez después de mantenerme a raya durante todo un mes?
novelas4fan.com tiene: ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.c○𝓂 para ti
Saqué mis manos de las suyas, herida y traicionada. —Dom, ¿qué me pasa? —Mi voz temblaba de angustia y furia.
Los ojos de Alex se suavizaron por un momento y habló en tono neutro: —Tenías fiebre, Raina. Y es porque estás embarazada.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, una combinación de alarma y una explicación que no estaba segura de querer oír. Mi corazón se aceleró con sentimientos encontrados mientras trataba de procesar su revelación. La calidez de su sonrisa ahora me parecía inapropiada en la sombra persistente del abandono.
ALEXANDER
Un gemido resonó en mi pecho, rompiendo el silencio que se había apoderado del estudio. ¿Cómo se habían acumulado tantas cosas en tan poco tiempo?
El dolor en mi cabeza se intensificó, amenazando con partirme el cráneo en dos en cualquier momento, pero no podía posponerlo más. No trabajar significaba pensar en Raina y en lo mucho que me sacaba de quicio últimamente. Sí, trabajar era una alternativa mejor.
Estar lejos de ella era una tortura. El dolor siempre presente en mi pecho era un recordatorio constante de que, a pesar de todo, todavía quería estar con ella.
Pero quedarme cerca y «ahogarla» con mi atención parecía tener el efecto contrario. Tenía que darle espacio. Lo necesitaba si quería que me echara de menos, que se diera cuenta de que también sentía algo por mí, quizá no tanto como antes, pero al menos un poco. Era mejor que nada. Podía conformarme con poco, diablos, me conformaría con cualquier cosa que estuviera dispuesta a darme.
Suspiré, sin poder quitarme el peso que tenía sobre el pecho, mientras añadía la carpeta que sostenía a la pequeña pila de papeles ya terminados. Las últimas semanas habían sido un infierno para la empresa. En mi ausencia, habíamos perdido accionistas, se habían retirado acuerdos, el personal se había vuelto loco y algunos incluso habían tenido la osadía de falsificar los libros. Todos los responsables habían recibido una carta de despido y, por supuesto, yo había presentado demandas contra todos y cada uno de ellos. Pero aún así, tenía que arreglar el desastre que habían montado antes de poder programar otra reunión con los accionistas. Tratar con ellos también conllevaba muchas condiciones adicionales. Afortunadamente, pude convencer a algunos de que no hicieran cambios drásticos, pero otros se mostraron reacios. Era triste, sí, pero al menos empezaba a parecerse a la empresa que había dejado.
.
.
.