Gemelos de la Traicion - Capítulo 257
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 257:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Se oyeron pasos en la cocina y, un momento después, ella apareció en la puerta, frunciendo el ceño. —¿Qué es todo ese griterío? —El alivio me golpeó como un mazazo.
Crucé la habitación en dos zancadas y la alcancé, abrazándola con fuerza.
—¿Qué…? ¡Alex! —jadeó—. ¡No puedo respirar!
Aflojé el abrazo lo justo para mirarla. Estaba bien. Estaba allí.
Me miró con el ceño fruncido. —¿Qué te pasa?
Exhalé y negué con la cabeza. —Me desperté y no estabas aquí. Pensé… —Dejé la frase en el aire, sin querer decir lo peor que se me había pasado por la cabeza.
Su expresión se suavizó. —Solo fui a preparar el desayuno.
Apoyé la cabeza en la suya un momento antes de soltarla. —La próxima vez, dímelo.
—¿Decí qué? ¿Que ibas a hacer huevos? —bromeó, pero su voz era suave.
La miré. —Exactamente eso.
Una voz somnolienta nos interrumpió. —¿Ya terminaron su momentito o puedo volver a dormir?
Me volví y vi a Dominic sentado, frotándose la cara. Tenía un aspecto horrible.
—Ya te despertaste —dije.
—Por desgracia —murmuró él. Se pasó una mano por el pelo y luego me miró—. ¿Has oído algo?
Antes de que pudiera responder, Raina me miró fijamente, intrigada. Me detuve. Hubiera preferido mantenerla al margen, pero ya estaba metida en esto. Ya no podía ocultárselo. Exhalé. —Han encontrado la furgoneta.
Ella apretó las manos contra las caderas. —¿Y?
Volví a dudar y luego la miré a los ojos. «Pero no a Faith».
Sus hombros se hundieron ligeramente, pero se limitó a asentir.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y desapareció en la cocina.
No te lo pierdas en ɴσνє𝓁α𝓼4ƒαɴ.c♡𝗺 sin censura
Dominic y yo intercambiamos una mirada antes de que ella reapareciera un minuto después con dos platos de comida. Los puso delante de nosotros. «Comed algo», dijo con firmeza. «Necesitaréis energía».
Bajé la vista hacia mi plato y luego volví a mirarla. —Tú también tienes que comer —le dije.
Ella negó con la cabeza. —No tengo hambre.
Fruncí el ceño, pero no insistí. No iba a obligarla a comer ahora, y yo no estaba dispuesto a quedarme allí discutiendo sobre ello. Dominic refunfuñó mientras cogía el tenedor y pinchaba los huevos. —Estoy demasiado resacoso para esto.
Solo negué con la cabeza y empecé a comer. De una forma u otra, íbamos a necesitar nuestras fuerzas.
El sonido de los cubiertos contra los platos era el único ruido que llenaba la habitación mientras comíamos en un incómodo silencio. Tragar cada bocado era una tarea ardua, pero me lo tragué todo. Raina tenía razón: necesitábamos nuestras fuerzas. No teníamos ni idea de lo que nos depararía el día.
Justo cuando tragaba otro bocado, la puerta principal se abrió con un chirrido. Levanté la cabeza y me puse tenso al ver entrar al detective.
Sus ojos pequeños y brillantes recorrieron la habitación y se posaron en Raina.
—¿Quién es ella? —preguntó, señalando a Raina con el pulgar y con tono seco.
Dominic apenas levantó la vista del plato. —Mi hermana —respondió con tono indiferente—. ¿Qué haces aquí?
El detective dio un paso más hacia dentro y nos miró a los tres antes de fijar la vista en mí. —Quiero saber lo que sabes.
Dejé caer el tenedor y lo miré directamente a los ojos. —Ya te lo he dicho, no sabemos nada.
.
.
.