Gemelos de la Traicion - Capítulo 237
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 237:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Mi corazón se retorció dolorosamente. Caleb. Nuestro hijo. Se merecía algo mejor que este desastre que habíamos creado.
—Deberías haberlo pensado antes de traer a un demonio a nuestra casa —susurré.
Las lágrimas me quemaban los ojos, pero me negué a dejarlas caer. —Sabes lo que le hizo mi padre a mi madre. Sabes por lo que pasé. Y aun así, hiciste lo mismo.
Dominic contuvo el aliento, con los ojos vidriosos. —Lo siento.
—Lo siento no borra el pasado.
—No, pero tengo que arreglar esto. —Se acercó—. Si Raina y Alex pudieron arreglar las cosas entre ellos, ¿qué nos lo impide a nosotros?
Puse los ojos en blanco. —Tengo que ir al baño.
Era mentira. Necesitaba hablar con mi abogado. Tenía que hacerle llegar los papeles del divorcio a Dominic lo antes posible.
Abrió la boca para protestar, pero sonó su teléfono, interrumpiéndole. Dudó, mirando entre mí y la pantalla. No era Raina. Lo sabía. Bien.
En cuanto dio un paso atrás, corrí al baño, cerrando la puerta detrás de mí y echando el cerrojo.
Me apoyé contra la puerta del baño, respirando con dificultad. Me temblaban las manos mientras marcaba el número del abogado, pero saltó directamente el buzón de voz. Maldita sea. Golpeé mi muslo con el puño, frustrada, y escribí rápidamente un mensaje de texto.
¿Dónde están mis papeles?
Unos segundos más tarde, mi teléfono vibró.
En una reunión.
Apreté los dientes. No me importa. ¿Están listos?
Sí. Te los llevaré más tarde.
Más tarde no era suficiente. Necesitaba que llegaran a manos de Dominic lo antes posible. Necesitaba que los viera, que los sintiera, que entendiera que iba en serio.
Actualizaciones diarias desde ɴσνєʟα𝓼4ƒ𝒶𝓷.c♡𝓂 de acceso rápido
Un fuerte golpe en la puerta me hizo sobresaltar. Se me cortó la respiración cuando oí la voz de Dominic, baja y frustrada. —Faith.
—Que te jodan.
Silencio. Casi podía imaginarlo allí de pie, con la mandíbula apretada y los puños cerrados. Pero no me importaba. Podía derribar la maldita puerta si quería. No cambiaría nada.
Mis dedos volaron por el teléfono. Te diré dónde nos vemos. No los traigas a casa.
Otro mensaje. Otro límite impuesto. Uno que Dominic aprendería a respetar, le gustara o no.
Abrí el grifo, dejando que el agua corriera por el fregadero para ahogar cualquier sonido, y luego marqué el número de Raina en la pantalla. Sonó una vez. Dos veces. Directo al buzón de voz.
«¡Maldita sea!», murmuré entre dientes, agarrándome al borde del lavabo.
«No se puede confiar en la gente hoy en día», murmuré.
¿Ahora estaba ella del lado de Dominic? ¿La había convencido?
Una risa amarga brotó de mi garganta, pero la tragué. Debería haberlo sabido. La confianza era algo que ya no podía permitirme.
Salí del baño y respiré hondo para calmarme. Me temblaban un poco las manos, pero las cerré con fuerza, obligándome a dejar de temblar. No podía permitirme derrumbarme. Ahora no.
Dominic seguía allí, con el cuerpo rígido y erguido como un centinela, y sus ojos penetrantes fijos en mí. No dijo ni una palabra, pero la intensidad de su mirada me ponía los pelos de punta.
Me observaba como un halcón, esperando que echara a correr en cuanto parpadeara.
.
.
.