Gemelos de la Traicion - Capítulo 170
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Capítulo 170:
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Él asintió con la cabeza y se puso a trabajar en la cocina. Mientras tanto, yo empecé a buscar. Revisé todos los armarios, todos los cajones, todos los rincones… No dejé nada sin mirar. La adrenalina que corría por mis venas me mantenía en movimiento, incluso cuando la frustración empezaba a apoderarse de mí.
—¿De verdad vas a buscar ahora? —me susurró, mirándome por encima del hombro—. ¿Y si entra?
—No entrará —respondí, casi en un susurro—. Cree que estoy demasiado distraída con la comida.
«Tiene que estar aquí», murmuré entre dientes, cerrando de un golpe un armario.
«¿Qué estás buscando?», preguntó Alex, deteniendo sus movimientos.
«Lo sabré cuando lo vea», respondí, mientras mis manos continuaban con su búsqueda frenética.
La frustración crecía mientras rebuscaba en la cocina. Todos los armarios que abría y todos los cajones que registraba estaban vacíos. Las encimeras estaban impecables y empezaba a sentirme derrotada. ¿Dónde estaba? Sabía que había visto a Adelaide usar algo antes, una hierba que siempre hervía con el té de la familia. En aquel momento, ninguno de nosotros sospechaba nada. Parecía inofensivo, un simple gesto rutinario.
Me enderecé y me apoyé en la encimera, con la mente a mil por hora. ¿Podría Adelaide haberlo escondido en otro sitio? ¿O estaba dándole demasiadas vueltas al asunto? Mis pensamientos se desviaron hacia el vídeo de Nathan. Sus palabras resonaban en mi mente con total claridad: «Me casaré con ella y me quedaré con la fortuna». Y la mujer… su voz. ¿Por qué me sonaba tan familiar? ¿Podría haber sido Adelaide todo este tiempo?
Darme cuenta de eso me revolvió el estómago. ¿Estaba trabajando con Nathan, envenenando a mi familia bajo sus órdenes? Solo pensarlo me dio escalofríos.
Perdida en mis pensamientos, deslicé distraídamente la mano detrás de la encimera y mis dedos rozaron algo suave y liso. Cuero. Se me cortó la respiración al sacar una pequeña bolsa bien atada.
—¿Qué es eso? —La voz de Alex me sobresaltó. Me giré, agarrando la bolsa con fuerza. Él estaba detrás de mí, sosteniendo el bol de ramen humeante. Su sonrisa juguetona se borró en cuanto vio la bolsa en mis manos.
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No respondí. Mis dedos forcejearon con los lazos mientras abría apresuradamente la bolsa. Dentro había hojas aplastadas, de color verde oscuro, algunas casi negras. Mi corazón latía con fuerza mientras las miraba.
—Raina —siseó Alex, con voz baja y urgente—. Devuélvelo.
No le hice caso. Metí la mano y cogí un poco de las hojas entre los dedos. —Es esto —susurré, más para mí que para él—. Es lo que ha estado usando.
—¿Estás loca? Alex susurró, extendiendo la mano para agarrarme la muñeca. «¡Deja eso! Ni siquiera sabes qué es. ¡Podría envenenarte con solo tocarlo!».
Su agarre era firme, pero no doloroso, y su voz tenía un tono de pánico que no había oído antes.
«Tengo cuidado», le susurré, aunque mi voz temblaba. Mi corazón se aceleró mientras miraba la hierba. «Tiene que ser esto, Alex. Es lo que ha estado usando Adelaide».
A regañadientes, volví a meter las hojas desmenuzadas en la bolsa y cerré el cordón. Con manos temblorosas, devolví la bolsa a su escondite detrás del mostrador, asegurándome de que no pareciera que la hubieran tocado. La mirada penetrante de Alex no se apartó de mí, y su frustración era evidente cuando susurró: «¿Te das cuenta de lo imprudente que has sido?».
«Tenía que verlo con mis propios ojos», respondí, aunque el temblor de mi voz delató mi nerviosismo.
Apretó la mandíbula, pero no dijo nada más y dio un paso atrás, como para darme espacio. Mi corazón seguía latiendo con fuerza mientras me daba la vuelta, fingiendo concentrarme en la comida que había preparado, pero el peso de lo que acababa de descubrir me oprimía el pecho.
La comida humeaba delante de mí y el rico aroma de la cocina de Alex inundaba la estancia. No podía concentrarme en ella. Mi mente seguía dando vueltas al peso del descubrimiento. La bolsa de cuero, la hierba aplastada… Todo apuntaba a algo mucho más siniestro de lo que había imaginado. Pero tenía que mantener la compostura, al menos por ahora.
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