Gemelos de la Traicion - Capítulo 128
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 128:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Miré mi teléfono, con el pulgar suspendido sobre la pantalla. Su foto me miraba fijamente, una foto espontánea que ella no sabía que había tomado. Tampoco era reciente. Era de hacía años, de cuando me enteré de su divorcio. Aunque no fue entonces cuando la conocí.
En aquel momento quería acercarme a ella. Dios, estuve tan cerca. Pero entonces no tenía ninguna conexión confirmada con los Graham, ningún motivo para meterme en su vida. Al menos, todavía no.
Mi plan había sido lento y deliberado, minucioso. Me había alineado con personas importantes para su familia, posicionándome exactamente donde debía estar. ¿Pero Raina? Ella era la única pieza del rompecabezas que no había previsto que encajaría.
Y ahora Alex lo estaba arruinando todo.
Hace años, solo sospechaba quién era. El parecido con Dominic era sutil, pero me inquietaba. Cuando finalmente confirmé que era su hermana, todo encajó. Mi plan comenzó a tomar forma, pero no podía precipitarme. Había aprendido a ser paciente y calculador. Los Graham aún no la habían presentado, no habían revelado su existencia al mundo. En cambio, la habían escondido, enviándola a algún lugar lejos de miradas indiscretas.
Eso me obligó a cambiar de táctica. Mi idea inicial, trabajar directamente para la Corporación Graham, era demasiado arriesgada. Si Dominic me descubría, mi tapadera se vendría abajo. Así que me infiltré en una de sus empresas aliadas, lo suficientemente cerca como para vigilar sus movimientos, pero lo suficientemente lejos como para permanecer fuera del campo de visión de Dominic.
Era terriblemente lento. Cada paso era deliberado, cada movimiento cuidadosamente calculado. Pero sabía que los resultados merecerían la pena. Había jurado matarlos y recuperar todo. Hacerles pagar por lo que hicieron. A todos y cada uno de ellos.
Excepto Raina.
No la había previsto. Se suponía que ella no importaba. Pero con el paso de los años, mientras la observaba, algo cambió. Ya no era solo una pieza en el tablero, se convirtió en el centro de mi vida. No podía dejar de pensar en ella.
Solo podía ser mía. La quería antes y la seguía queriendo ahora.
No te pierdas nada en ɴσνєℓα𝓼4ƒαɴ.c○𝓂
Me toqué los labios y una lenta sonrisa se dibujó en mi rostro. El recuerdo de su beso aún perduraba y susurré para mí mismo: «Pronto, esos labios no serán lo único que tendré. Toda ella será mía».
Mi teléfono vibró, sacándome de mis pensamientos. Por un momento, pensé que era Raina, pero el nombre que apareció en la pantalla me amargó el humor. Por supuesto que no era ella.
Era esa zorra llorona que se negaba a dejarme en paz. Que no entendía el significado de los límites.
Su constante intromisión se estaba convirtiendo en un lastre. Al principio había sido útil, fundamental para ayudarme a preparar ciertas partes del plan, pero su constante entrometimiento siempre me delataba. Y ahora, Alex sabía que me había reunido con una mujer la noche anterior.
Ignoré la llamada y me fui, apretando el volante con cada pensamiento que pasaba por mi mente. Cuando llegué a la base, mi frustración estaba a punto de estallar.
Mi tío me recibió con una mirada curiosa cuando entré. «¿Ya de vuelta?», comentó con tono sospechoso.
Me encogí de hombros y pasé junto a él. «No tenía mucho que hacer», respondí secamente, dirigiéndome a mi habitación.
Antes de que pudiera salir del todo, su voz me detuvo. «¿Va bien el plan?». Cruzó los brazos y se apoyó en el marco de la puerta. «Tenemos que acelerar las cosas antes de que alguien se dé cuenta».
Suspiré profundamente y me senté, pasándome la mano por el pelo. «Pensaba que Raina ya habría hecho oficial lo nuestro», admití. «Ya podríamos estar trabajando para ponerle un anillo en el dedo, pero su maldito exmarido no deja de entrometerse. Y creo que empieza a sospechar de mí, lo que complica las cosas».
La expresión de mi tío se ensombreció. —Por eso precisamente tienes que darte prisa —insistió con voz firme—. Cuanto más se alargue esto, mayor será el riesgo de que nos descubran.
.
.
.