Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 989
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Capítulo 989:
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No era tonto. Se había dado cuenta del cambio en ella justo después de que volviera de reunirse con Marc y Nina.
Ella había afirmado que solo había sido una charla informal. Dijo que no había surgido nada importante. Pero él no era idiota, sabía que eso era solo una excusa.
Y ahora, se arrepentía de no haberle puesto un micrófono a su rastreador. Si lo hubiera hecho, tal vez no estaría allí sentado, completamente a oscuras, adivinando qué la había llevado a levantar de repente un muro.
Sus preguntas implacables minaron sus defensas.
Stella cerró los ojos y respiró hondo.
Tal vez debería preguntarle una vez más y darle una última oportunidad. Quizás Nina se equivocaba. Quizás el anillo ni siquiera era suyo. O quizás él solo había estado buscando el momento adecuado para decírselo.
¿Y si se había equivocado al suponer lo peor?
Poco a poco, Stella se volvió hacia él. Sus ojos se encontraron con los de él, profundos, confusos y llenos de dolor.
Su voz era tranquila, pero sus palabras estaban teñidas de algo más pesado. —William, ¿hay algo que no me estás contando?
En cuanto lo preguntó, se le encogió el corazón. En el fondo, aún tenía una pequeña esperanza. Solo una pizca.
Quería que él sacara el tema del anillo. Que dijera algo, cualquier cosa, sobre su relación con Erebus. Aunque fuera una excusa débil, aunque no tuviera mucho sentido… mientras dijera algo, ella estaba dispuesta a creerle.
William vio la mirada seria en su rostro. Por un segundo, algo brilló en sus ojos, rápido, sutil. Pero con la misma rapidez, lo ocultó.
Se puso la misma máscara de calma que siempre llevaba. Frunció ligeramente el ceño en una falsa confusión y su voz sonó suave, como si estuviera realmente desconcertado.
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«No. ¿Por qué iba a ocultarte nada?».
Y así, sin más, la esperanza que albergaba se rompió en dos.
Dijo que no. Dijo que no.
Así, sin más, frío, tranquilo, como si no tuviera nada que ocultar.
Le mintió. Directamente a la cara.
La decepción la golpeó con fuerza, seguida de una ola de ira fría. Se le encogió el pecho. Incluso le temblaban las yemas de los dedos.
Se quedó mirando el rostro en el que solía confiar sin dudar. El hombre en el que una vez se apoyó sin dudar. Ahora… le parecía un extraño. Una hermosa mentira en la que había caído.
¿No era este el mismo hombre que juró que nunca volvería a hacerle daño? ¿El que prometió que no habría más secretos, ni más mentiras?
Apartó la mirada, temerosa de que, si seguía mirándolo, sus verdaderas emociones estallaran.
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