Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 946
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Capítulo 946:
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Cuando llegaron a su oficina, William le entregó un documento.
Ella lo hojeó y abrió mucho los ojos. «¿Quieres que me tome unos días libres?». Después de todo lo que había pasado, no se lo esperaba.
«Es mejor que no aparezcas por el instituto por ahora», dijo él. «Por tu bien y por el de todos los demás. Puedo mantenerte más segura en la villa. Y si no estás aquí, Nina no tendrá a nadie a quien apuntar».
Desde su punto de vista, esta medida solo tenía ventajas.
Stella dudó. «Pero el problema empezó por mi culpa. ¿Cómo puedo irme sin hacer nada?».
Le parecía que él la estaba excluyendo, diciéndole que se mantuviera al margen. Y aunque sabía que él intentaba protegerla, no le parecía bien.
William la miró a los ojos y le dijo con calma: «No se trata de actuar por emoción. Es la opción más inteligente en este momento, y tú lo sabes. No dejes que la culpa nuble tu juicio».
Esas palabras le llegaron al alma. De repente, su resistencia se desvaneció.
Tenía razón. No se trataba de orgullo ni de demostrar su valía.
Quería limpiar su nombre, desesperadamente, pero quedarse en el instituto solo provocaría más drama.
Alejarse no era cobardía, era una medida táctica.
Tras una larga pausa, Stella firmó el documento.
William lo recogió y le dirigió una mirada tranquilizadora. «No te preocupes. No dejaré que estés fuera mucho tiempo».
Su puesto en el instituto tampoco iba a desaparecer.
Stella se dejó caer en el sofá nada más llegar del instituto de investigación. Se sentía completamente agotada, con la mente y el cuerpo vacíos. Se frotó las sienes e intentó pensar, pero todo en su cabeza era un lío enredado. Por mucho que lo intentara, no conseguía aclarar sus pensamientos.
Entonces, justo al borde de un colapso, su teléfono vibró con una llamada de un número internacional desconocido.
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Dudó un momento y luego contestó. «¿Hola? ¿Quién es?».
Hubo una breve pausa y luego se oyó una voz lenta y suave, con ese tono presumido que reconoció al instante. «Vaya, vaya, señorita Russell. ¿He oído que está pasando por un mal momento?».
Era Amon. Por supuesto que era él. Sonaba divertido, como si todo esto fuera solo una broma para él. «Qué pena», continuó, casi con pereza. «Pero oye, si necesitas ayuda… quizá deberíamos retomar esa pequeña charla que tuvimos sobre trabajar juntos».
Stella apretó el teléfono con más fuerza. Se le encogió el corazón. «Amon… ¿tienes algo que ver con esto?».
Ya sabía la respuesta. Ese era su estilo: se alimentaba del caos, pero si no estuviera detrás de todo esto, no la habría llamado ahora.
Era como un niño gastando bromas, llamando solo para escuchar su reacción. Si ella se asustaba, eso sería la guinda del pastel para él.
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