Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 935
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Capítulo 935:
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Continuó: «Aún no se había dado cuenta de las tonterías de Alonzo. Solo actuaba como un hermanito pegajoso».
A Stella le costaba imaginarlo: aquel niño dulce comparado con el hombre obsesivo y calculador que conocía ahora.
«Entonces… ¿qué cambió?», preguntó en voz baja.
La mirada de William se volvió fría al oír eso, y su voz se endureció.
«Alonzo se dio cuenta de que pegarme o ignorarme no iba a doblegarme. Así que cambió de táctica. Debió de decirle algo a Amon, le lavó el cerebro de alguna manera. Porque después de eso, cambió».
William realmente creía que Amon era diferente. Que la sangre no convertía automáticamente a alguien en su padre.
En aquel entonces, lo había tratado sinceramente como a un verdadero hermano pequeño.
Pero ahora su tono era amargo. «Dejó de estar conmigo. Empezó a mirarme de forma extraña, como si fuera su enemigo. Rompía cosas y me echaba la culpa, incitaba a otros niños a que me excluyeran. Se convirtió en un auténtico grano en el culo. Con el tiempo fue cada vez peor».
En aquel entonces, William había pensado en apartar a Amon a un lado para tener una conversación sincera. Pero Amon lo ignoraba cada vez, como si no le importara. Después de eso, nunca volvieron a estar a solas ni un minuto.
«Con el paso de los años, el control de Alonzo sobre él se hizo cada vez más fuerte», dijo William con voz monótona. «¿Y las artimañas que aprendió Amon? Cada día eran más sucias. El chico se convirtió en una copia exacta de su padre. Cualquier vínculo que tuviéramos quedó devorado por su obsesión por el poder».
William no veía ni una pizca del niño que había sido Amon en el hombre que tenía delante. En ese momento se desvaneció su última esperanza. Finalmente aceptó que él y Amon nunca serían familia. No de verdad. No en esta vida. Ahora solo eran enemigos.
Su tono no cambió, seguía siendo firme y sin emoción, pero Stella aún podía sentir la profunda decepción que subyacía en sus palabras como una resaca. Ser traicionado por un primo al que tal vez había querido, aunque fuera un poco, le dolió tanto como el sabotaje a sangre fría y los juegos de poder de Alonzo.
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Para ella, estaba claro: Alonzo había dominado el arte de la guerra psicológica. Sabía exactamente cómo herir a alguien donde más le dolía. Y ahora Stella entendía de dónde venían todos los sentimientos retorcidos de Amon hacia William. Aunque no hubiera oído el veneno que Alonzo probablemente le había inculcado en aquel entonces, podía imaginarlo perfectamente.
Todo se reducía a esto: Alonzo crió a Amon para que se abriera camino hasta la cima, para que luchara con uñas y dientes por la fortuna familiar. Mientras William estuviera cerca, Amon no tenía ninguna oportunidad. Ni siquiera conseguiría un puesto en la mesa, podría incluso acabar siendo un peón.
De lo contrario, Amon no le habría dicho lo que le dijo: que era su vida o la de William. Esas palabras no fueron aleatorias. Eran el resultado de años de manipulación. Alonzo había plantado esas semillas tan profundamente que era imposible arrancarlas.
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