Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 934
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Capítulo 934:
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Los pensamientos de Stella se desviaron hacia su propia infancia. Su madre había muerto al dar a luz y ella había sido acogida por unos padres adoptivos. Esos eran los únicos recuerdos cálidos que tenía.
Y cuando ellos fallecieron, fue como si todo su mundo se hubiera puesto patas arriba. William debía de haber sentido ese mismo vacío en aquel entonces, como si la vida hubiera perdido todo su color.
Le dolía el pecho por él. Se inclinó y le rodeó con los brazos en un fuerte abrazo. Enterró la cara en la curva de su cuello, con voz suave y entrecortada. —Lo siento. No debería haberte preguntado. No era mi intención sacarte todo eso a relucir. Ahora se daba cuenta de que, básicamente, le había obligado a reabrir viejas heridas.
William levantó una mano y le acarició suavemente el pelo con los dedos, con voz tierna. —Todo eso ya ha quedado atrás. Alonzo está encerrado, yo he crecido y tengo el poder para protegerme a mí mismo… y a ti.
Le dio un beso en la coronilla. —No te preocupes por mí.
El simple hecho de que hubiera llegado tan lejos, de seguir en pie en medio del caos de Briggs, demostraba que ninguna de aquellas viejas pesadillas tenía ya poder sobre él.
Stella asintió con la cabeza contra su pecho, con fuerza. —Ha recibido su merecido. Y te juro que nadie volverá a hacerte daño así nunca más.
Había tanta calidez en su voz, una calidez que William nunca antes había sentido, y que se le metió dentro como la luz del sol.
Durante un instante, la habitación quedó en silencio. Pero entonces sus pensamientos se desviaron hacia otra persona completamente diferente.
Se inclinó hacia atrás para mirarlo a los ojos, dudó y luego se mordió el labio. «¿Y Amon? Es el hijo de Alonzo. ¿Cómo se comportaba contigo cuando eran niños?».
Recordó algo que Amon le había dicho una vez, tan claro como el agua. Que él y William nunca podrían ser como primos de verdad. No en esta vida.
Amon había sido muy directo. En la familia Briggs, solo sobrevivía el más fuerte. O él tramaba primero, o lo hacía William.
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Ahora quería oírlo de boca del propio William: cómo lo recordaba él.
Solo con oír el nombre de Amon, una mirada complicada se reflejó en los ojos de William. Hizo una larga pausa antes de hablar, con voz baja e indescifrable.
—Es unos años más joven que yo. En aquella época… hubo un tiempo en el que nos llevábamos bien. Las cosas no siempre fueron tan mal.
Eso pilló a Stella desprevenida.
—Después de que mi madre falleciera, me aislé de todo el mundo. Me quedaba en mi habitación durante días. Amon era solo un niño pequeño por aquel entonces, no entendía nada de eso. Pero solía seguirme a todas partes.
Ahora había un ligero tono cálido en la voz de William, algo suave y distante. «Me ofrecía sus caramelos favoritos, aunque yo nunca comía esas cosas. Y cuando me encerraba en mi habitación, él se colaba, se quedaba callado y se sentaba a mi lado jugando con sus coches de juguete».
Mirando atrás, William no esperaba sentir una nostalgia tan aguda por aquella versión de Amon.
En aquel entonces, los grandes ojos de Amon solo reflejaban inocencia. Nada de la astucia ni la frialdad que reflejaban ahora.
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