Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 931
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Capítulo 931:
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Ella había estado aterrorizada por la posibilidad de que él muriera. En aquel entonces, era muy joven. Ver morir a alguien justo delante de ella habría sido un recuerdo traumático para cualquier niño. Resultó que el destino ya los había unido, silenciosamente, cuando solo eran niños. Habían tomado caminos separados, habían vivido muchas cosas, pero, de alguna manera, habían vuelto a encontrarse.
Solía preguntarse quién sería esa chica, ese «ideal preciado» suyo. Pero en ese momento, todas sus dudas se desvanecieron. Porque el amor que él sentía por ella no tenía nada que ver con el pasado. Aunque ella no hubiera sido la niña de entonces… él la habría seguido amando. Completamente. Y, en realidad, ¿qué podría ser más hermoso que eso?
William levantó la mano y le acarició suavemente la cara, con los dedos ligeramente temblorosos, mientras le secaba una lágrima que se le había quedado pegada a las pestañas. Sus ojos estaban tan llenos de amor y emoción que parecían a punto de desbordarse. La miró fijamente, como si intentara grabar su imagen en su memoria para siempre.
Su voz era suave, baja, llena de un tranquilo alivio. «Así que… nunca he amado a nadie más. Desde aquel verano, mi corazón solo ha tenido espacio para ti. De principio a fin, siempre has sido tú».
No importaba si era Stella o Sylvia. Mientras fuera ella, la amaría.
Y en ese momento, esas fueron las palabras de amor más sinceras que jamás había pronunciado. Al oír eso, Stella no pudo contenerse más. Se puso de puntillas y lo besó con fuerza, volcando todo lo que sentía en ese beso.
Fue más profundo, más intenso, más desesperado que cualquier otro que hubieran compartido antes. Ella casi se perdió en la calidez del momento, completamente abrumada por su amor.
La luz dorada del sol poniente los envolvió, proyectando un suave resplandor, como si el mundo entero se hubiera detenido solo para ellos.
Después de un largo rato, se separaron lentamente, con las frentes juntas. En sus ojos no había nada más que el reflejo del otro.
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Stella sorbió por la nariz y luego soltó una risa temblorosa. —¿Así que tenías tan buena memoria de niño? ¿De verdad recordabas todo esto?
William también se rió, y esta vez fue una risa genuina, brillante y llena de alegría, como si finalmente se le hubiera quitado un peso de encima.
Le dio un golpecito en la nariz en tono juguetón, con los ojos llenos de afecto. «Sí. He estado pensando en ti todos estos años. No fue fácil encontrarte. Ahora que lo he conseguido… no voy a dejar que te vayas».
Se sonrieron el uno al otro y, con esa sola mirada, todos los malentendidos y todas las incertidumbres entre ellos se desvanecieron por completo.
Stella sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: suerte. Una suerte increíble. Suerte por volver a encontrarlo. Y aún más suerte porque él nunca la había olvidado.
Se acurrucaron juntos en la tumbona del jardín, contemplando cómo el sol se ocultaba tras las montañas en la distancia. Ninguno de los dos dijo nada más. Simplemente se quedaron allí sentados en silencio, envueltos en el calor del otro, como si intentaran recuperar todos los años perdidos.
«¿Alguna vez… pensaste en mí después de ese día?», preguntó William con voz tranquila, llena de esperanza y expectación.
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