Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 923
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Capítulo 923:
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Stella respiró hondo, pasó junto a Lena y se dirigió directamente arriba, al dormitorio principal.
Al abrir la puerta, encontró a William apoyado débilmente contra el cabecero. Tenía el rostro pálido y las cejas fruncidas, claramente luchando contra un mareo.
Levantó la vista al oír la puerta. En cuanto la vio, su expresión se suavizó con una especie de tranquilo alivio. —Stella, has vuelto… No me encuentro muy bien…
Su voz no sonaba como de costumbre, era débil, frágil.
Verlo así alivió la frustración que Stella había estado reprimiendo. Pero entonces recordó la expresión llorosa y dolida de Lena, y sus labios se apretaron en una delgada línea. Se acercó a la cama sin decir mucho.
William se dio cuenta enseguida de que algo no iba bien. Ella no le había preguntado cómo se encontraba, como solía hacer.
Se incorporó un poco, con preocupación en su voz. «¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo?».
A pesar de su confusión, los ojos de William estaban llenos de preocupación, centrados solo en ella. Stella le devolvió la mirada, pero no se atrevió a decir nada. Las preguntas, las dudas… todo se le atascó en la garganta.
Él parecía tan agotado. No era el momento de presionarlo por haberle respondido mal a Lena. Tras un momento de silencio, ella dijo con voz seca y baja: «No es nada. Descansa, ¿vale?».
Luego se dio la vuelta y se marchó, cerrando la puerta en silencio tras de sí.
William la vio marcharse, con un nudo de confusión e inquietud en el pecho. Tras un instante, se dirigió a su silla de ruedas, dispuesto a ir tras ella.
Abajo, Stella se movía como si fuera sonámbula. Lena la esperaba, con los ojos rojos y llorosos, interpretando a la perfección el papel de la inocente herida. —Stella… ¿el señor Briggs realmente me odia? —Su voz era débil, insegura. Se agarraba el dobladillo de la camisa como una niña regañada.
Stella miró a Lena, agotada. Suspiró con cansancio y negó con la cabeza. —Lena, siento lo de antes. Todavía se está recuperando. A veces, sus cambios de humor pueden más que él. No te lo tomes a pecho.
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No se atrevía a enfrentarse a William en ese momento, así que, en su lugar, intentó consolar a Lena.
Lena bajó la mirada, fingiendo comprender. «No pasa nada, de verdad. No te preocupes, Stella. No dejaré que me afecte». Pero detrás de esa sonrisa dócil, Lena se regodeaba. Al ver la mirada impotente de Stella, sintió una oleada de satisfacción vengativa. Todo iba según lo previsto. Había abierto una brecha entre ellas, tal y como quería. Y con un poco más de esfuerzo, la grieta no haría más que crecer.
Lena sabía cómo actuar con lentitud, sutileza, sin llamar la atención. Pero lo que no se daba cuenta era que William la había estado observando más de cerca de lo que ella pensaba. ¿Y su actuación? No era tan buena como ella creía.
Mientras tanto, arriba, Stella se había encerrado en su habitación. William, a pesar del dolor de cabeza, cogió su teléfono.
En menos de treinta minutos, Luca llegó a la villa y se dirigió directamente al dormitorio principal.
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