Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 915
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Capítulo 915:
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A veces, llegaba antes de que Stella terminara de trabajar y le llevaba la comida directamente a la habitación de William.
Verlo allí, frágil, pero aún innegablemente guapo, le hacía latir el corazón con fuerza. Antes, Lena encontraba a William intimidante, con una presencia poderosa y dominante. Pero ahora, la enfermedad lo había suavizado. Los rasgos duros habían desaparecido, sustituidos por una elegancia tranquila y frágil que despertaba algo profundo en su interior.
Mientras preparaba cuidadosamente la comida, su voz adquirió un tono más suave. «Sr. Briggs, la sopa de hoy es consomé de pichón. Muy nutritiva. Pruébela, a ver si le gusta».
William asintió levemente con la cabeza, con voz distante. —Gracias. Lamento las molestias.
Sin embargo, sus ojos no se apartaron de la puerta. Estaba esperando a que apareciera Stella.
Incluso en ausencia de Stella, su mirada transmitía una tranquila calidez y una expectación que nunca había mostrado a Lena.
Al poco tiempo, Stella entró con su bolso colgado del hombro y una suave sonrisa iluminando su rostro. En el instante en que William la vio, su expresión se suavizó, como el hielo del invierno cediendo ante la primavera.
Lena lo notó y sintió una punzada de celos en su interior.
Le había llevado comida en varias ocasiones, pero sus respuestas nunca iban más allá de unas pocas palabras secas. Siempre solo un «gracias» o una disculpa cortés.
No pudo evitar preguntarse si la falta de interés de William se debía a Stella. Si hubiera llegado un poco antes, ¿William habría hablado más? Al fin y al cabo, sentarse en silencio en una habitación de hospital no podía considerarse precisamente entretenido. Quizás podría haber contado algunas anécdotas o hecho alguna broma para romper el silencio.
Así que, durante sus siguientes visitas, Lena se aseguró de llegar mientras Stella todavía estaba ocupada en el trabajo, con la esperanza de que eso le diera la oportunidad de entablar una conversación real con William.
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«Sr. Briggs, usted y Stella tienen una relación tan bonita. Sinceramente, es algo digno de admirar».
Esa tarde, Lena llegó una hora antes de lo habitual y soltó esas palabras con naturalidad mientras colocaba la comida en la mesa.
Ante su comentario, los labios de William esbozaron una leve sonrisa, y su silencio dijo más que cualquier respuesta.
Animada, Lena continuó: «Stella es muy afortunada de tener a alguien como usted a su lado».
Esta vez, William rompió su silencio con un tono suave pero sincero. «Yo soy el afortunado».
Esas sencillas palabras destrozaron cualquier ilusión que Lena pudiera albergar. Su corazón pertenecía a Stella y su mirada no dejaba lugar a dudas.
Aunque William era excepcional en todos los sentidos, seguía creyendo que era Stella quien le hacía afortunado.
Una ola de decepción invadió a Lena, pero cuando sus ojos se posaron en los rasgos llamativos de William, esa tristeza se convirtió en renuencia y envidia. Anhelaba que alguien tan extraordinario la cuidara con la misma devoción.
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