Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 913
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Capítulo 913:
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Ya la había oído decir que lo amaba, cuando se despertó. Pero no se lo había preguntado como es debido.
Y, dijera lo que dijera la gente, eso era importante. Empezar algo complicado casi siempre conducía a un final complicado. Quería hacerlo bien.
Stella parpadeó, un poco desconcertada. Se volvió para mirarlo de frente.
Los suaves tonos rosados y púrpuras del atardecer iluminaban su rostro con un brillo de ensueño. Ella lo miró con esa pequeña y cálida sonrisa suya.
«Claro, novio», dijo con gentil sinceridad.
William se acercó a ella, la atrajo hacia sí y la besó, con ternura y lentitud. El cielo ardía detrás de ellos, testigo silencioso del comienzo de algo real.
Unos días más tarde, a la hora del almuerzo, Stella apareció en el hospital con un termo de la villa.
Había estado cocinando para William todos los días, probando diferentes recetas que encontraba en libros de cocina y artículos en Internet. Él necesitaba una nutrición sólida para recuperarse, y ella no estaba dispuesta a confiar en la insípida comida del hospital.
Por suerte, Stella tenía un talento natural para la cocina. Incluso sus experimentos salían bien.
Ese día, salió del ascensor con el termo en la mano y vio a alguien familiar sentado en un banco del pasillo. Esa persona la reconoció primero. «¡Stella!».
Stella se acercó y parpadeó sorprendida. «¿Lena?».
Sin duda era ella. Llevaba un vestido ligero de verano, pero parecía pálida y cansada, con unos informes médicos en el regazo.
Stella frunció el ceño, preocupada. «¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?».
Lena asintió con la cabeza, temblorosa. Tenía los ojos rojos, como si acabara de llorar. «Sí… Me ha vuelto a doler el estómago. Me han hecho unas pruebas. El médico dice que es gastritis crónica. Estaré bien, solo necesito tiempo para curarme».
Entonces, la mirada de Lena se posó en el termo que Stella llevaba en la mano. Su voz se volvió curiosa. —¿Traes comida para alguien? ¿Algún familiar está enfermo?
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Stella miró el termo y sonrió. No lo ocultó. —Sí, mi novio se está recuperando aquí. Pensé en traerle algo de comer.
Lena parpadeó. «¿Novio?». Entonces abrió mucho los ojos. «Espera, ¿es el Sr. Briggs?». Recordaba claramente a William.
Stella asintió con la cabeza y su expresión se suavizó al mencionar su nombre.
Lena captó esa mirada al instante. La forma en que cambió todo el ambiente de Stella, tan tranquila, tan tierna, lo hacía obvio. Su sonrisa se amplió. «¿El Sr. Briggs está herido? ¿Es grave? Por cierto, eres increíble. Cocinar para él y venir aquí todos los días…».
Stella hizo un gesto con la mano, sin querer entrar en detalles. —No pasa nada. Ahora está mucho mejor.
Lena pasó el brazo por el de Stella como si fueran viejas amigas, con voz cálida y burlona. «Cocinar todos los días debe de ser agotador, ¿no? Estás compaginando el trabajo con el cuidado de un paciente, Stella, y eso no es poca cosa». Sus palabras pillaron a Stella desprevenida, pero le alegraron el corazón.
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