Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 900
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Capítulo 900:
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Stella levantó los ojos hacia él y murmuró: «¿Ya sentías la necesidad de ser cauteloso en aquel entonces, cuando convertiste esto en un refugio seguro?».
Para la mayoría de la gente, esa idea habría parecido una precaución innecesaria. Entonces se dio cuenta de que William no era como la mayoría de la gente.
Un hombre de su talla no tenía más remedio que sopesar la seguridad en todos los aspectos de su vida.
Desde fuera, Stella pensó que la cabaña sería sencilla, pero en cuanto entró, se sorprendió por su diseño moderno.
Cada rincón revelaba un minimalismo elegante combinado con comodidades de última generación. Grandes ventanas a prueba de balas enmarcaban el bosque exterior, haciendo que el escondite se sintiera aislado y sereno.
Después de mostrarle cuidadosamente la cabaña a Stella, William le entregó un pequeño dispositivo. «Te quedarás en el dormitorio principal. Yo usaré la habitación de invitados que está justo al lado. Si me necesitas, solo tienes que pulsar este botón. Hay equipos de seguridad apostados fuera en todo momento».
El esfuerzo que William había dedicado a garantizar su seguridad conmovió profundamente a Stella. Ella estudió su rostro, suavizado por la cálida luz de la cabaña, y susurró: «Gracias».
William se volvió hacia Stella, tan cerca que podía ver el rizo de sus pestañas y su propio reflejo en los ojos de ella. Se le hizo un nudo en la garganta y su mirada se volvió más profunda. «No tienes por qué darme las gracias», murmuró con voz ronca. «Mantenerte a salvo… es algo que quiero hacer».
Sus dedos rozaron su mejilla, cálidos y suaves. El pulso de Stella se aceleró. El calor invadió su rostro, pero no se apartó.
El aire entre ellos se volvió denso, cargado de emociones no expresadas.
William se inclinó hacia ella, con los labios a punto de rozar los de ella… entonces sonó su teléfono. El momento se rompió.
William frunció el ceño, con irritación en los ojos, que se endurecieron al ver quién llamaba.
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Stella captó el cambio al instante. «¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo?».
—Es Luca —respondió con tono seco—. Tengo que contestar. Le había dicho a Luca que no llamara a menos que fuera urgente.
William escuchó en silencio, con el rostro helado.
—Entendido. Mantén a todos alerta, salgo ahora mismo —dijo, y colgó.
Se volvió hacia Stella con mirada grave. —Uno de nuestros vigías externos ha caído. Son ellos, la organización. Y son profesionales.
Stella palideció. ¿Tan pronto?
Ni siquiera llevaban media hora en el refugio.
Sin decir nada más, William la colocó detrás de él y abrió una caja fuerte oculta en la pared. De ella sacó dos pistolas y le puso la más pequeña en la mano.
—Guárdala contigo —le ordenó con voz baja pero firme—. Y no te alejes de mi lado. Ni un segundo.
El metal estaba frío, resbaladizo por el sudor de sus palmas. El pecho de Stella se agitaba, el terror le arañaba las costillas. Nunca se había enfrentado a nada parecido.
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