Fácil fue amarla, difícil fue dejarla - Capítulo 893
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Capítulo 893:
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Un día, durante la pausa para comer, Stella retrasó su almuerzo como de costumbre para evitar encontrarse con William en la cafetería.
Pero la paz nunca duraba mucho. La puerta del laboratorio se abrió de golpe y entró Nina, irradiando suficiencia.
Se comportaba como alguien que tenía un chisme jugoso y no podía esperar para contarlo.
Se detuvo justo delante del escritorio de Stella, con voz llena de falsa compasión. «¿Aquí sola? ¿Sin nadie con quien comer?».
Stella ni siquiera levantó la vista de sus archivos. «Vete».
Nina ladeó la cabeza y amplió su sonrisa. —Vaya, ¿tan a la defensiva? Supongo que he tocado un punto sensible. Algunas personas creen que han encontrado un tesoro, pero dale tiempo, los hombres se aburren. William nunca fue serio contigo. Solo eras… entretenimiento.
La mano de Stella se detuvo sobre la pila de papeles. Su tono era plano, pero lo suficientemente cortante como para herir. «Nina, te lo advierto. Si sigues presionando, le enviaré directamente al abuelo las pruebas de que contrataste a unos matones para que me atacaran».
La sonrisa de Nina se desvaneció. Apretó la mandíbula. Era evidente que no esperaba que Stella aún tuviera esa carta en la manga.
—¿Crees que esconderte detrás del abuelo te hace intocable? —espetó—. Por favor. Ni siquiera estás al mismo nivel que la mujer a la que William realmente ama. Él lleva años enamorado de ella, mientras que tú eres…
El fuerte chirrido de la silla de Stella la interrumpió. Stella se puso de pie, con la mirada fija en Nina y la voz gélida. —Lo que sienta William no es asunto tuyo. Pero si no te vas ahora mismo, haré esa llamada.
Algo en la mirada de Stella hizo que Nina vacilara. A pesar de toda su bravuconería, no pudo sostenerla. Pateó el suelo con fuerza y murmuró entre dientes: «¡Ya veremos quién se ríe al final!». Luego dio media vuelta y salió furiosa.
Aunque a William no le gustara, no importaba, siempre y cuando tampoco le gustara Stella.
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El laboratorio volvió a quedar en silencio, pero Stella había perdido la concentración. Se dejó caer en su silla, con las palabras de Nina rondándole la cabeza. Aunque había callado a Nina, esas palabras se le habían clavado en el corazón. ¿Alguien a quien no puede olvidar? ¿Alguien a quien todavía ama?
¿Era posible que William hubiera estado aferrado a otra mujer todo este tiempo?
Esa idea le dejó un sabor amargo. Apretó las manos, obligándose a apartarla de su mente. Tenía problemas más importantes que atender. Sus problemas con William podían esperar.
Cuando llegó la noche, hizo la maleta y se marchó, con el ánimo por los suelos.
Justo cuando llegaba a los escalones de la entrada, unos faros la deslumbraron. Un elegante Maybach negro se detuvo en seco delante de ella, bloqueándole la salida como si la estuviera esperando.
La ventanilla tintada se bajó, revelando el perfil afilado de William. Sin siquiera mirarla, dijo secamente: «Sube».
Stella se quedó paralizada a medio paso. El tono frío de su voz la golpeó con más fuerza que la brisa de la tarde. ¿Dos días de silencio y ahora le daba órdenes como si fuera una de sus subordinadas?
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